Regularmente la sensibilidad que poseen las mujeres hacia las necesidades de los otros es marcadamente mayor, respecto a los hombres, así como la responsabilidad por su cuidado de los demás, esto conduce a que ella escuche las demandas que le soliciten los otros y que tenga en cuenta el juicio ajeno, antes que el propio. Esta aparente debilidad, difusión y confusión de juicios es a su vez inseparable de su fuerza moral.
La mujer no sólo se define en un contexto intersubjetivo, sino que también se juzga en términos de su habilidad para el cuidado.
El lugar de la mujer que ocupa en el mundo masculino es de esposa, madre, ayudante, compañera estatutos sobre los que ella se apoya. Pero mientras la mujer se ocupa del cuidado del hombre, estos en su gran mayoría tienden a no valorizar dicho cuidado. Pero cuando la mujer alcanza su independencia que se construye en términos de autonomía, individuación, acceso al deseo, inhibirá la preocupación por el cuidado o la dependencia al objeto, a lo cual esto lamentablemente la cultura lo considera como inmadurez o irresponsabilidad.
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