La omnipotencia, además de ser una característica propia del pensamiento desde el nacimiento puede ser también un mecanismo de defensa en sí mismo, o al menos sí puede serlo el «recurso regresivo a la omnipotencia».
Los mecanismos de defensa de índole arcaica, que reaparecen en los sujetos con estructura psicótica, están naturalmente impregnados de omnipotencia porque la omnipotencia es una parte del pensamiento y de la relación en las primeras etapas de la vida. Por eso el mecanismo que parece más fundamental en las psicosis es la «negación omnipotente». La negación omnipotente, que equivale a la destrucción, la aniquilación del objeto, no es simplemente una negación como lo analiza Sigmund Freud en su concepto de «negación» o de «escotomización», correspondiente a no querer percibir (algo interno en la negación; algo externo en la escotomización), sino que es no percibir porque el objeto no existe o, si ha existido por un momento, se le ha negado la existencia mental, se le ha hecho desaparecer, se le ha aniquilado (en la fantasía). En Freud correspondería aproximadamente al funcionamiento de lo que él llama en «Los instintos y sus vicisitudes» el Yo de realidad originario, aunque en éste no hay destrucción, sino indiferencia.
Wilfred Ruprecht Bion, en un intento de esclarecer este concepto, postulará después que la percepción desaparece no tanto porque se destruya o aniquile al objeto, sino porque «el Yo destruye activa y omnipotentemente su propio aparato perceptivo». Al final esto significa que el mantenimiento de este “mecanismo de defensa” más allá de sus límites evolutivos normales en las primerísimas etapas del desarrollo de la psique conduzca necesariamente a la psicosis, definida como falta de contacto con la realidad o de discernimiento entre la realidad y la fantasía (criterio de realidad). Ahora bien, otra dificultad en el intento de clasificación de los mecanismos defensivos radica en el hecho de que, psicodinámicamente, la vida relacional es una secuencia compleja de ansiedades y mecanismos de defensa sucesivos. «Toda ansiedad moviliza mecanismos de defensa, pero a su vez todo mecanismo de defensa produce una nueva ansiedad». Si la concienciación de impulsos agresivos, por ejemplo, lleva a una conducta defensiva basada en la proyección de los impulsos agresivos, el resultado será un ansiedad persecutoria que requerirá nuevos mecanismos de defensa. Si el nuevo mecanismo de defensa fuera el retraimiento y el enclaustramiento, la consecuencia sería la aparición de ansiedades esquizoides, con el consiguiente sufrimiento que a su vez requeriría una actitud defensiva (la movilización de un impulso maníaco, por ejemplo) y así sucesivamente.
Desde Freud, parecía que el énfasis relativo estaba puesto en los mecanismos de defensa que modificaban fundamentalmente la pulsión; desde Melanie Klein la impresión es, contrariamente, que el énfasis se pone en los mecanismos de defensa que modifican principalmente el objeto, la realidad externa y la construcción del Self en su interrelación con los objetos (la realidad interna). No es de extrañar que sea así si pensamos que, por razones históricas de desarrollo del pensamiento y la técnica psicoanalíticos, Freud estaba fundamentalmente preocupado por el tratamiento psicoanalítico de las psiconeurosis, en tanto que Klein lo estaba por el tratamiento psicoanalítico de niños pequeños y de pacientes psicóticos o fronterizos y, por tanto, más en contacto clínicamente con las ansiedades y las defensas primitivas o arcaicas. Esto parecería apoyar la impresión general de que los mecanismos de defensa más evolucionados (neuróticos) tienden a modificar las pulsiones y los más arcaicos (psicóticos) los objetos. Ya lo había apuntado Sandor Ferenczi con sus conceptos de «autoplastia» y «aloplastia»; de hecho, el sujeto normal con una personalidad "madura" tiende a cambiar sus actitudes cuando no puede cambiar la realidad, en tanto que el «inmaduro» se empeña en cambiar la realidad y en mantener intacta su concepción de las cosas, como ocurre también —pero de forma más acentuada— en las caracterologías o patologías narcisistas, en las perversas (tan íntimamente relacionadas con la psicosis) o en la delirante (ya claramente psicótica).
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