“El renunciamiento a los ideales más profundos y a las exigencias esenciales del sentimiento torna siempre más incompletas las experiencias del amor”.
Muchas relaciones amorosas de la mujer no son pues sino sólo vagos intentos, experiencias incompletas, compromisos creadores de reacciones negativas provocadas por una vida interior descontenta y decepcionada. Aunque sexualmente satisfecha o halagada en su poder de seducción, la mujer no puede ser feliz en una experiencia amorosa que no responda a las exigencias de sus sentimientos y de sus fantasías inconscientes.
El análisis de la vida inconsciente de mujeres frígidas o anorgásmicas revela deseos reprimidos y fantasías desplazadas; el sueño constituye un elemento compensador y saca a la luz temores o deseos latentes; por ejemplo la mujer dedicada completamente al estudio, sube a cumbres muy altas, perdiendo así de vista los campos fértiles y los verdes valles, la estudiosa que vive una vida demasiado cerebral, se ve amenazada por monstruos que la atacan hasta en la quietud de las aulas de estudio y bibliotecas; la mujer sensual, sueña que va en busca de flores o que encuentra un hombre protector de aspecto paternal; la joven de impulsos inestables e inquietos, sueña que se halla vacilante frente a las encrucijadas, o bien se va de viaje y pierde los equipajes más importantes; la mujer despreocupada, de puntos de vista desaprensivos y sin prejuicios sueña con un caballero que habría que darle el necesario apoyo sentimental que necesita; la mujer puritana, de normas ascéticas y severas, sueña que debe soportar las caricias de un hombre sensual que la atrae y le repugna a la vez.
El trasfondo de una experiencia antigua y terrenal del sentimiento afectivo influye en la situación amorosa del individuo; aun desplazando los propios ideales cuando no le sean posibles realizarlos, la mujer queda bajo la influencia de sus exigencias sentimentales, puesto que, por adelantado que se halle su estado de independencia, el hombre la desencanta; ya que absorbido por las obligaciones que le crea la vida moderna, no se comporta como el caballero romántico que deseaba. Pueden revivir en un amor ideal e imágenes modernas retomando siempre motivos de otros tiempos y otros lugares que vivieron en su infancia, así como las colosales imágenes románticas del pasado no pierden nunca su eficacia y continúan aun hoy actuando sobre el sentimiento.
Por más que la complejidad de los problemas individuales, colectivos y sociales puedan retardar y trabar el establecimiento de relaciones amorosas felices, no podrá nunca impedirlas del todo, también la mujer llegará con el tiempo, si es tenaz y perseverante a un amor feliz, siempre y cuando no se deje desanimar por los desencantos iniciales, ya que muchas mujeres llegan, en efecto, a la satisfacción de sus más profundos deseos solamente después de haber vivido los aspectos destructivos y negativos de su existencia.
La búsqueda incesante de la felicidad, provoca un impulso hacia una vida inquieta y vacilante, llevándola a trabar relaciones y amistades que no son sino “etapas” transitorias, partenaires de una sola ocasión o por un breve periodo. Aunque en ocasiones dan la impresión de destruir siempre todo apoyo, siguen en el fondo un instinto que las conduce, con el tiempo y a través de duras pruebas y arduas luchas, hacia el hombre que corresponde a su más profundo ideal y que despierta en ellas el más alto grado de emoción y pasión. Únicamente un hombre que, atrayendo físicamente a una mujer y que corresponde así mismo a los ideales y a las imágenes de su inconsciente, puede despertar en ella un sentimiento fuerte, profundo y espontáneo.
No hay amor sin la existencia de una idealización del amante. El ideal hallado en la realidad despierta en ella pasiones violentas, más no ejerce una marcada influencia en su personalidad, que ahora comienza a abrirse a la vida, al amor y a reaccionar con la máxima sensibilidad afectiva.
La figura del hombre aparece sin duda entre las imágenes más importantes en la vida femenina; en cada etapa de la vida de ésta, la figura del hombre asume un aspecto distinto y son variadas las formas según la edad, el carácter, el temperamento y el estado evolutivo de la mujer.
El ideal amoroso de la mujer es en general de aspecto más extraordinario en su juventud y está más cercano a la realidad en los años avanzados, estando empero, siempre vinculado a los gustos y deseos íntimos de la naturaleza femenina, puesto que tiene por virtud revelar un aspecto de su alma.
La imagen del hombre anhelado presenta rasgos que se corresponden con la realidad vivida, en otras ocasiones sus elementos pueden acercarlo a personajes de la leyenda o del mito, o por una experiencia remota en su adolescencia i incluso en su infancia, pero siempre estas imágenes están conservadas en las capas inconscientes de la psique.
Las imagen masculina, el varón ideal, contiene siempre algunos rasgos que le presenta ella misma, porque él es un símbolo de los elementos, las aspiraciones y las cualidades latentes en ella.
Las imágenes masculinas siempre han tenido un evidente carácter compensatorio, la joven pasiva, sueña con el hombre fuerte y realizador; la mujer sensitiva desea un alma gemela y relaciones románticas; la joven inexperta es llevada hacia el ideal de un hombre protector; la mujer madura se siente atraída en cambio por el hombre que se deja proteger y dominar.
Según el propio estado de conocimiento de sí misma y de su evolución, la mujer es más o menos consciente de sus exigencias profundas y de sus sueños románticos; muchas mujeres conocen sólo imperfectamente las imágenes de su fantasía, y no hacen mucho caso de éstas; no atinan a analizar el contraste que puedan presentar entre sí la realidad y la fantasía; no sospechan como las imágenes de las capas profundas de la personalidad influyen en la elección del hombre, cómo estas imágenes son proyectadas en la realidad, ni se dan cuenta de que estas influencias y estas proyecciones pueden hacer feliz, o no, a la relación amorosa.
A causa del ritmo alternante de las imágenes internas, que se manifiestan en la fantasía y en el sueño para luego desvanecerse aparentemente cuando son proyectadas en la realidad, en el caso del enamoramiento y la pasión la mujer llegará a comprobar la gran influencia de éstos en la relaciones amorosas únicamente si es capaz de analizar agudamente su vida consciente e inconsciente;
observándose a sí misma con la mayor perspicacia advertirá que el amor que la exalta y la hace sentir feliz siempre estará influido por sus ideales más íntimos y profundos.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario