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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Las fantasías homosexuales del hombre durante el coito.

​El camino de la introyección identificatoria padre-niño (varón) siempre ha planteado al psicoanálisis la cuestión de la zona y el objeto.
La primera identificación del infante es con el pecho, que es el soporte libidinal del intercambio apropiatorio con el objeto (madre).
En el psicoanálisis nos preguntamos ¿Cómo podría recibir el niño el pene de un hombre que lo torne sexualmente potente si no fuera a partir de su incorporación? Esta incorporación introyectiva es necesaria para que deje a la masculinidad librada del fantasma paradojal de la homosexualidad.
Caso clínico: Un sujeto que padece neurosis obsesiva acude a psicoanálisis y manifiesta que en cada ocasión que mantiene relaciones sexuales con una mujer, fantasea que "otro" lo atraviesa con su pene, analmente, y le brinda la potencia necesaria para su virilidad genital. Podemos decir entonces que en este sujeto se encarna profundamente el fantasma de pasivización homosexual, siendo su único modo de operar, hasta el momento, de la genitalidad masculina y de ejercer actividad con el objeto.
Si lo que se considera realmente reprimido en el hombre es la pasividad, es necesario explorar las dos vertientes que la constituyen estructuralmente y no como residuo bisexual de la estructuración fantasmática de su desarrollo psicosexual: "Primeramente la pasivizado en los primeros tiempos de la vida por la mujer seductora (madre), no puede acceder a la masculinidad sino a través de la incorporación fantasmática del pene masculino del adulto (padre), que brinda su potencia articuladora al mismo tiempo que somete analmente en los intercambios que abren los circuitos de la masculinización.
Que esta presencia inquietante —del padre, en principio— devenga estructurante en una u otra dirección de la elección de objeto sexual depende de las vicisitudes y destinos de los movimientos constitutivos que la engarzan; y posteriormente el efecto tanto de las alianzas edípicas originarias como de los traumatismos que el sujeto registra a lo largo de su constitución como sujeto sexuado.
Para ser hombre, el niño varón se ve confrontado a la profunda contradicción de incorporar el objeto-símbolo de la potencia (falo), otorgado por otro hombre, y, al mismo tiempo, de rehusarse a sí mismo el deseo homosexual que la introyección identificatoria reactiva. Los fantasmas homosexuales constitutivos de la masculinidad deben ser restituidos a su lugar correspondiente, y analizados, por tanto, en el movimiento paradójico que inaugura nuevas vías hacia la constitución psicosexual.

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