Debemos tener en cuenta que las vivencias delirantes de un psicótico pueden resultar tan extrañas, alienas y aterrorizadoras que, para poderlas comunicar e incluso para poderles dar forma en su propia mente, el sujeto ha de recurrir a expresiones aparentemente muy concretas, incluso exacerbadamente sensoriales, pero que en realidad únicamente han quedado atrapadas en lo "Imaginario" sin pasar a lo "Simbólico" porque quieren dar expresión a sensaciones, sentimientos o ideas que sienten tan extrañas y novedosas que no se pueden comunicar conceptualmente a través del lenguaje hablado.
En la clínica psicótica estas descripciones llegan a parecer verdaderas sensaciones alucinatorias cenestésicas —a diferencia de los síntomas psicosomáticos, exentos de significado emocional genuino—, pero es más frecuente que sean esfuerzos por comunicar metafóricamente («como si») lo que se siente o que se mantengan en ese terreno ambiguo de lo indiferenciado (ni genuinamente concreto ni genuinamente metafórico, como decía John Rogers Searle). Cuando son verdaderas alucinaciones cenestésicas parecen desesperadamente inmodificables, pero en tal caso ya no se trata de trastornos del pensamiento, a no ser que se considere la alucinación como una regresión de máxima profundidad por inversión del proceso que transcurre normalmente desde lo sensorial a lo cognitivo-intelectivo. «En condiciones patológicas puede haber no sólo una detención en formas primitivas de pensamiento, sino algo aún más primitivo: una verdadera transformación del pensamiento en percepción, acciones u otras actividades psicosomáticas» (Silvano Arieti). Según esta afirmación, que ya fue teóricamente enunciada por Sigmund Freud y que es aceptada generalmente en la teoría psicoanalítica de la regresión, el camino normal de la evolución del pensamiento desde su inicio en la infancia hasta sus formas más maduras (ontogénesis), así como la evolución casi instantánea de su formación en cada momento (microgénesis), iría desde el polo sensorial-perceptivo al conceptual-intelectivo pasando por una serie de etapas evolutivas progresivas y se haría consciente cuando ya hubiera adquirido las características racionales del proceso secundario. No obstante, también la conciencia ha de ser progresiva. De un nivel prácticamente nulo de conciencia no se puede saltar a una conciencia clara y meridiana; hay que pensar que también los niveles de consciencia evolucionan progresiva y escalonadamente. Freud los redujo esquemáticamente a tres (inconsciente, preconsciente y consciente) pero admitía la existencia de niveles progresivos de consciencia cuando hablaba de «diversos niveles de censura». Desde un punto de vista clínico, sería útil un esquema de niveles de consciencia que irían, de abajo arriba, desde un nivel de consciencia sensorial hacia un nivel abstracto pasando por los niveles intermedios de la experiencia perceptiva, simbólica y metafórica. Esta ordenación esquemática parece bastante clara en lo que se refiere al desarrollo ontogénico, pero también es aplicable a la microgénesis del pensamiento, o sea, que cada pensamiento se originaría en una experiencia sensorial, aunque muchas veces no aparezca conscientemente como pensamiento hasta que ya se ha independizado de ella.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario