Algunos psicoanalistas plantean que el sujeto padece un «vacío esencial» que es inherente a la condición humana, sin embargo, existen diferentes teorías para dar cuenta de ese «vacío».
Por un lado Michel Balint y Donald Woods Winnicott, proponen que esta falta es producto de los desajustes y dificultades en la relación temprana madre-hijo, teoría que presentaría a la falla esencial, como un efecto de la problemática vincular y de la equívoca función materna, lo que deja escapar la idea de cierta posibilidad de zanjar esa falla estructural con una despatologizada y sana acción parental, que “supuestamente” podría tener consecuencias menos graves para los niños.
Ahora bien, Jacques-Marie Émile Lacan es más radical ya que propone que esa falla, debe producirse, es una acción necesaria y fundante, producida por lo que él llama “Función Paterna”, que debe separar a la madre de su criatura. «Pero asimismo agrega que es una función paradójicamente sostenida por la madre y que es imposible que opere una función paterna si no existe un deseo de la madre de que ésta actúe en ella. Se trata de que la madre debe tener un «deseo otro», o digamos un «deseo ajeno», esto es un deseo que se dirija más allá de su hijo, de lo contrario, al sentirse completada por su vástago, él no podrá ser nada más que aquello que funge como la «otra mitad» para la madre; en ese “deseo otro” gravita la posibilidad de que opere una separación, de que una función paterna introduzca el significante del corte que Lacan llama “Nombre del Padre”.
Lacan como legítimo heredero de la tradición estructuralista sitúa este vacío en el centro mismo de la condición humana, en la materia ontologizable, o para ser más correctos la «sin materia» que es la causa del “ser”, y la manera de vincularnos con él, será ese vacío lo que determine las características de las estructuras clínicas: Psicosis, Neurosis o Perversión.
Para Lacan la separación de la madre de ese hijo, es fundamental ya que esta totalmente a su merced, debido a que la condición humana se encuentra al nacer en un estado de indefensión que requiere de una segunda matriz (simbólica y social) para seguir el desarrollo esencial que nos permita valernos por nosotros mismos. Este estado ha sido llamado de «prematuración», en consecuencia la dependencia es un asunto de vida y muerte, sin embargo, como en las metáforas naturalistas, es necesario que aparezca algo de la dimensión de un destete, «que el hijo no sea todo para su madre, que en la madre exista un deseo por otras cosas, ése otro deseo es esencial para que opere como función paterna, como un corte, claro que no se trata de cualquier otro deseo, tiene que tener el peso suficiente como para convertirse en un polo de gravedad, que atraiga al infante y lo separe de la madre, le inscriba un corte, una separación, una falta, un «vacío», una falla en el orden de la naturaleza que decíamos lleva el título de: Nombre del Padre».
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