“La gran mayoría de los sujetos, tienden a considerarse a sí mismos como la medida de lo saludable, dentro de toda normalidad, y observan como signos de anormalidad todas las actitudes y respuestas que difieren de la suya. En el prójimo observa nítidamente los defectos y conflictos mientras que él permanece ciego a los suyos y “siente” que está libre de cualquier problema de índole psíquico” ¡que mentira tan sutil!
Siempre existe una continuidad entre el sujeto normal (ideal) y el patológico (real), entre estos solamente se pueden observar grados de diferencia; de la misma manera que contemplamos en la naturaleza el día y la noche, pero al mismo tiempo presenciamos estados intermedios entre amanecer y el atardecer.
El carácter y la personalidad debe ser estudiado, como el producto de la interacción entre el organismo humano y el ambiente en el cual convive y desenvuelve; por lo tanto el primer elemento a definir, es el concepto de “deseo”, que no es más que cualquier condición inestable o alteración del equilibrio existente, ello se expresa como una forma de actividad o de tensión.
Ahora bien para el psicoanálisis el “deseo” nunca se satisface pero la “demanda” sí; a la terminación de una demanda se le denomina “satisfacción”, cuando esta ocurre de una forma inmediata, como por ejemplo al ingerir alimento para restablecer el desequilibrio causado por el hambre, la llamamos satisfacción directa. Sin embargo, si una demanda específica es terminada a través de un cambio de actividad o por una sustitución, hablamos de satisfacción indirecta. Bajo las condiciones en las cuales tiene lugar la vida humana con sus tradiciones culturales y reglas que la sociedad impone, las formas indirectas de solucionar las demandas adquieren una gran importancia y crean determinadas circunstancias, mismas que representan las reacciones anormales de la conducta.
El niño va recibiendo información de aquello que constituye el bien y el mal, esto lo va aprendiendo primeramente de las reglas de la madre y del padre que van desde el comer, beber, eliminación de orina y excreción, limpieza del cuerpo, prohibiciones contra los intereses eróticos, etcétera y posteriormente cuando crece de su entorno social. Un buen número de anormalidades de la conducta adulta surgen de los defectos de esta educación, que pueden presentarse en la necesidad de lavarse compulsivamente las manos o del cuerpo cuando, la limpieza y el orden excesivo en el hogar, la frigidez y la impotencia y muchas otras más. Sin embargo, dentro de la sociedad en que vivimos, la satisfacción de las demandas nos lleva a relaciones interpersonales de gran trascendencia.
La alimentación de un niño es guiada por la madre a través de un contacto íntimo; en esta relación se establece vínculos fundamentales de aceptación o rechazo, de afecto o rencor.
Es por esto que durante el resto de nuestras vidas, los alimentos y bebidas constituyen los medios imprescindibles para que los seres humanos establezcan relaciones sociales, normalmente solemos comer y beber para celebrar todos nuestros éxitos y festividades a través del tiempo.
Por otro lado, existe una estrecha relación entre el sexo y la conducta patológica, ciertas peculiaridades de la función sexual demuestran su trascendencia en el desarrollo humano.
En primer lugar habría que citar que la satisfacción de una demanda en una forma directa, puede ser retardada por largos períodos de tiempo o aun permanentemente sin que sobrevenga la muerte.
Toda relación heterosexual adulta necesita de un elemento de madurez y puede pensarse que para su satisfacción adecuada, requiere de cierta reciprocidad entre los amantes.
Entendemos por frustración, cuando una necesidad es impedida para alcanzar su satisfacción. Durante todas las fases del desarrollo, el ser humano se encuentra inevitablemente con un sinnúmero de frustraciones. Siempre que una demanda surja encontrará cierto tiempo de retardo para alcanzar su completa satisfacción; cada uno de nosotros desde la infancia, adquirimos técnicas de ajuste para sobrellevar, evadir o nulificar las dificultades que nuestros impulsos encuentran y cada sujeto muestra marcadas diferencias en las formas como se adaptan ante dicha frustración.
A cierta forma de frustración se le denomina conflicto, por el que debemos entender la interferencia de reacciones competitivas en nuestro pensamiento, esta interferencia previene que nuestra conducta motivada se desarrolle adecuadamente y llegue a consumarse.
Los conflictos son una fuente común de patología; en las fobias podemos observar la existencia de una tentación y al mismo tiempo una reacción que impide la terminación del acto de conducta; y en los obsesivos observamos constantemente, la existencia de actitudes aparentemente afectivas y simultáneamente la hostilidad subyacente.
Los conflictos más difíciles de disminuir, son los “recurrentes” que inician la mayoría de las neurosis; el conflicto recurrente significa estados de tensión, inhabilidad para conciliar el sueño, dificultad de aceptar la diversión o el entretenimiento e incapacidad para establecer relaciones interpersonales ya sean de amistad o amorosas, éstas por lo regular llevan a formas severas de fobia y depresión, así como condicionan el desarrollo de rituales compulsivos.
Un conflicto es consciente cuando es claramente identificado por la persona que lo sufre. Se dice que es inconsciente cuando puede ser inferido o identificado por otra persona, pero no por aquella que lo padece. Es de suponer que existen todo tipo de escalas entre estos dos extremos.
Una persona que “conoce su conflicto” puede compartirlo con otra o bien guardárselo como un secreto, pero siempre será capaz de formularlo a sí misma o a alguien más. El que sea accesible a la consciencia no hace que el conflicto no produzca repercusiones patológicas, es decir, aunque éste pueda ser identificado correctamente, no necesariamente desaparecerá o sanara el sujeto.
Los conflictos inconscientes son aquellos que no son accesibles al sujeto que lo padece; el
conocer su origen, fuerza y consecuencias, ha constituido el elemento fundamental de
toda investigación en la psicología profunda.
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