Citando a Sigmund Freud: «La persona en duelo se aparta mucho de las actitudes normales en la vida, pero nunca se nos ocurre considerar el duelo como una condición patológica y enviarla a tratamiento médico».
La euforia creada —en la época posmoderna— por los innegables logros de la psicofarmacología ha colaborado a que en la actualidad se tienda cada vez más a pensar al revés de lo que afirmaba Freud y a tratar la depresión normal del duelo en sus diversas variables como si fuera un verdadero estado psicopatológico, sobre todo en una sociedad marcadamente narcisista y consumista como la nuestra, que se va mostrando cada vez más intolerante con la tristeza, el sufrimiento y el dolor para desterrarla para siempre como un sentimiento antihumano y que, a veces, parece dedicarse con entusiasmo (o debiéramos decir con ridiculez) a erradicar las manifestaciones de duelo y hasta a vivir en una cierta actitud maníacamente negadora de la muerte. Tal parecería que ahora la búsqueda desenfrenada por la felicidad —a cualquier precio— es la enfermedad de nuestro tiempo.
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