Algunos hombres parecen a primera vista muy normales, románticos e incluso altruistas, ya que primero se desenvuelven con infinidad de halagos para conquistar a su pretendida y posteriormente se interesan especialmente en satisfacerla en el aspecto sexual. Pero una vez alcanzado el propósito, estos sujetos renuncian a su pareja —muchas veces sin avisar— porque de pronto se percatan que nunca estuvieron tan profundamente entusiasmados como lo creían desde un inicio y por lo tanto tampoco estuvieron realmente interesados en la felicidad de la compañera sexual, sino únicamente en demostrarse a sí mismos su capacidad de seducción y satisfacerla, elevando con ello su egocentrismo.
Ahora que se han percatado que poseen esta capacidad, ya no les interesa esa mujer; al contrario, comienzan a preguntarse si tendrán el mismo o mayor éxito con la próxima fémina.
Ahora bien, esto también sucede con las mujeres, que se involucran con hombre tras hombre sexualmente anhelando y exigiendo siempre una satisfacción cada vez mayor, dejando de interesarse por completo casi inmediatamente del partenaire que las ha poseído. Esta búsqueda frenética por encontrar la pareja que les cumpla todas sus fantasías de índole romántico y sexual puede persistir durante años e incluso toda su vida, pero tarde o temprano el alma se venga y un sentimiento de desolación inunda su existencia, es por esta razón que después del acto sexual muchas de estas mujeres se preguntan: ¿Qué hago con éste hombre a mi lado? ¿Por qué razón me entregué a éste sujeto? Y con esto obviamente se sienten “fuera de lugar” después de haber terminado el coito. Pero tan pronto como reprimen estas situaciones dolorosas van en busca de una nueva aventura erótica, cerrándose de esta manera el círculo vicioso del cual lamentablemente es muy difícil salir. Posiblemente la promiscuidad de hombres y mujeres surja en un intento de autoafirmación de heterosexualidad del Yo contra fantasías inconscientes de índole homosexual.
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