El cuerpo del ser amado se convierte en una geografía rememorada de los significados personales del vínculo temprano madre-infante, de modo que las primeras relaciones perversas polimorfas* fantaseadas del infante con los objetos parentales (madre, padre, hermanos) se condensan con la relación admiradora e invasiva de partes del cuerpo del amante.
El deseo erótico arraiga en el placer de escenificar inconscientemente las fantasías y actividades perversas polimorfas, que incluyen la activación simbólica de las relaciones objetales (vínculos afectivos con la madre, padre, hermanos) más tempranas del infante, primeramente con la madre, y después el niño pequeño con ambos progenitores. Esto se expresa en los componentes simbólicos de la cópula y el juego sexual (fellatio, cunnilingus, penetración anal, sadomasoquismo, exhibicionista y voyeur). En este punto son centrales los vínculos entre la relación temprana de ambos géneros con la madre y el goce de la penetración de las superficies, protuberancias y cavidades de los cuerpos.
Los cuidados físicos (bañar, cambiar pañales, etcétera) de la madre activan la conciencia erótica que tiene el infante de sus propias superficies corporales y, por proyección, la percatación erótica de las superficies del cuerpo de la madre.
El amor recibido en forma de estimulación erótica de las superficies del cuerpo pasa a ser estímulo del deseo erótico como vehículo para expresar amor y gratitud.
En una mujer que ama a un hombre, la geografía del cuerpo de él activa los resortes eróticos de ella, y lo característico es que, si el amor termina, también se extingue la idealización del cuerpo del hombre y el interés por él en la mujer. En correspondencia con esto, los hombres narcisistas que aparentemente pierden con rapidez su interés por aspectos previamente idealizados del cuerpo de una mujer, pueden mantener ese interés cuando —como consecuencia del tratamiento psicoanalítico— se resuelve el deterioro inconsciente de las relaciones objetales internalizadas (típicamente relacionadas con una profunda envidia a las mujeres).
En ambos géneros, y a pesar de las diferencias vinculadas a las distintas historias de su desarrollo psicosexual, la idealización de las superficies corporales, resultan un aspecto central del deseo erótico, está en función de la accesibilidad de las relaciones objetales internalizadas primitivas.
*Perversas polimorfas: Estas perversiones se suscitan en todos los seres humanos desde que nacen persistiendo durante la infancia —según el psicoanálisis— por lo tanto los infantes pueden derivar su placer sexual desde cualquier parte del cuerpo, y que la socialización dirige los impulsos libidinales hacia la heterosexualidad adulta.
Dada la escala de tiempo predecible de comportamiento infantil, propuso el "desarrollo libidinal", como un modelo de desarrollo sexual normal infantil , en la que el niño progresa a través de cinco etapas psicosexuales: el oral, anal, fálica, latente y genital - en el que la fuente de placer se encuentra en una zona erógena diferente.
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