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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Psicoanálisis de la culpa en la religión.

​Todas las religiones se fundamentan en la culpa que siente el sujeto (creyente) culpa que va desde lo inconsciente (el deseo incestuoso en la etapa preedípica y edípica y demás) hasta los acontecimientos conscientes como la promiscuidad, alcoholismo... en fin, a todos los desacatos de las normas morales que impone la cultura, sean fantaseados o reales. Ya sea el pecado original o los demás pecados que concibe la religión, el creyente llevará a la práctica algún tipo de ritual religioso (bautizarse, confesarse, acudir a misa o escuchar algún sermón, etcétera) que simbolizan la entrega amorosa a Dios para la redención de la culpa. La culpa queda perdonada y se abre el camino de una acción reparadora, pero el mantenimiento de esta sublimación requiere un acto permanente de renuncia y entrega, en cierto sentido una «ablución» continua para que la culpa no reaparezca como reaparece la suciedad cuando uno deja de lavarse regularmente.
El rito tiene pleno sentido como hito señalizador de la pertenencia a una mitología, entendida como un sistema de creencias tendente a explicar los misterios de la creación, de la vida y la muerte. Su caricatura es el acto obsesivo tal como aparece psicopatológicamente en cuanto necesidad compulsiva de abluciones, reales o simbólicas, para limpiar una culpa que reaparece día con día. El rito obsesivo fracasa como rito redentor de la culpa psicopatológica porque está desconectado de lo que podríamos llamar la «mitología inconsciente» en la que hunde sus raíces el sentimiento de culpa. En tanto que el conocimiento psicoanalítico busca la comprensión consciente de esta mitología inconsciente con la esperanza de que abra las puertas a una reorganización mental que permita nuevas vías de sublimación y reparación, el conocimiento religioso construye una mitología consciente y explicativa que da un sentido a la vida y la muerte por lo que abre caminos a la sublimación y la reparación, como también lo hacen, por ejemplo, la ética, el arte y otras vías del conocimiento humano. Entre psicoanálisis y religión hay más puntos comunes de los que a primera vista parece, encubiertos a menudo, sobre todo en la primera etapa de aquél, por un artificial enfrentamiento entre saber psicológico y saber mitológico. La dialéctica entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio, entre una satisfacción inmediata de las pulsiones con desconsideración hacia el objeto y la consideración de éste como un objeto de amor cuya reparación permite la reparación-redención del propio sujeto, se encuentran tanto en el conocimiento psicoanalítico del hombre como en el religioso. Ambos recurren a un mundo distinto del mundo material en el que el ser humano está inserto y del que forma parte, aunque la diferencia consiste en que el psicoanálisis recurre al mundo interno, al mundo de la realidad mental, de la fantasía inconsciente, mientras que la religión se remite al mundo de la realidad divina o trascendente. La práctica psicoanalítica conduce a una mitología psicológica; la religiosa, a una mitología teológica.

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