Durante el período de "latencia" y antes de llegar a la pubertad, la identidad de género se fortalece mediante la puesta en acto de los comportamientos de rol que cada uno de los géneros progresivamente amplía, pues las experiencias fuera del hogar se multiplican proveyendo modelos de identificación adicionales a los suscitados durante el Complejo de Edipo. Lo que resalta durante esta etapa es la profunda demarcación que se establece entre los dos géneros, ya que despliegan actividades, intereses, que se realizan completamente por separado entre las niñas y los niños. Pero se puede apreciar claramente que este aislamiento es cuidado con esmero por los niños en ese período y sufrido como un rechazo y relegamiento por parte de las niñas. Todo niño, sabiéndose poseedor de una supremacía sobre las niñas, mantiene con orgullo la pureza del género integrándose al grupo de los elegidos . Es interesante constatar que es en esta época en la cual al niño que no cumple con los cánones de masculinidad requeridos por la cultura —no saber jugar fútbol, no correr rápido, no tener destrezas físicas, pelear, soportar injurias de sus amigos— se le comienza a señalar de «marica», es decir, inferior o sospechosamente femenino. Siempre se ha explicado, —desde el punto de vista del psicoanálisis— esta repulsión por parte de los niños hacia las niñas por la «angustia de castración», entendiendo por esto la amenaza que el genital femenino, por su sola presencia, ejercería sobre la integridad fálica del varón. Sin embargo, la utilización de la palabra «marica» como un insulto ofensivo, dirigido al igual del género por su falta de habilidad en lo que serían las actividades propias del mismo, arroja dudas sobre la exclusividad del papel de la angustia de castración, en la profunda división de los géneros que se opera a partir de la edad escolar.
El niño que pronuncia el insulto de ‹‹marica›› cuando es interrogado sobre su valor semántico, responde: «Tonto, burro, es aun un nene que no sabe o juega como una niña». De esta respuesta surgen varias reflexiones posibles. Si el significado de «marica» es en primer lugar femenino y no homosexual, es decir, que lo peyorativo es la feminidad o el sexo femenino, no el hombre que desea a otro hombre, sino el varón que por tener comportamientos de mujer es inferior, debemos concluir que la masculinidad· en este período se define fundamentalmente por el negativo de la feminidad: "no se es mujer, ni se posee ningún rasgo femenino". También cabe recalcar que el insulto de marica siempre es dirigido al niño «varón» y no a la niña.
El varón en esta etapa de la latencia separa y mantiene un neto clivaje con todas las niñas e incluso las mujeres. De manera que un varón para sentirse adecuadamente masculino debe defenderse del contacto con las mujeres, lo que favorece su ruptura del vínculo primario con su madre y la rápida liquidación del Complejo de Edipo. En segundo término, el ejemplo del juego muestra que la masculinidad también se construye a partir del desarrollo de habilidades físicas —el que no las posee durante la infancia corre el riesgo de ser rechazado o marginado—, que irradiarán como una condición de engrandecimiento sobre el rol del género, que eventualmente se reflejará en su comportamiento sexual... He aquí el poder que encierra el «falo» desde el punto de vista del psicoanálisis.
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