Una de las característica del deseo erótico es la intensa sensación de transgresión, de superar la prohibición implícita en todo encuentro sexual, prohibición que tiene su origen de la estructuración edípica durante la infancia y que por lo tanto tiene una profunda connotación en la vida sexual adulta. Esta sensación toma muchas formas, y la más simple y universal es la transgresión de las restricciones sociales corrientes que protegen la intimidad de la superficie corporal del sujeto, así como la excitación sexual se debe manifestar en la intimidad, prohibiendo su exhibición pública.
Marie-Henri Beyle mejor conocido como "Stendhal" expresó que el acto mismo de desvestirse abroga las ideas sociales de la vergüenza y permite que los amantes se enfrenten libres de ese sentimiento; vestirse después del encuentro sexual supone un retorno a la vergüenza convencional. La moral convencional tiende a suprimir o regular estos aspectos del encuentro sexual más directamente relacionados con las metas sexuales polimorfas de la infancia (consúltese "niño perverso polimorfo" en la obra de Sigmund Freud), y son estas metas, prototípicamente enmarcadas en las perversiones sexuales, las que de modo más directo expresan la excitación sexual, la intimidad erótica y la transgresión de las convenciones sociales.
Básicamente, la transgresión implica la violación de las prohibiciones edípicas, constituyendo de tal modo un desafío al rival edípico y un triunfo sobre él. Pero hay también una transgresión contra el partenaire sexual en sí, experimentada como tentar y rehusar de modo seductor. El deseo erótico incluye la sensación de que la pareja se ofrece pero al mismo tiempo se niega, y la penetración o absorción sexual del ser amado es una violación de los límites del otro. En este sentido, la transgresión implica también la agresión contra la pareja, agresión que es excitante por su gratificación agradable, que entra en resonancia con la capacidad de experimentar placer en el dolor, y proyectar esa sensación directa y profundamente en el partenaire. ‹‹La agresión es también agradable porque está siendo contenida y no se vuelca en violencia durante la relación sexual››. Tenemos así la incorporación de la agresión en el amor, y una seguridad garantizada ante la inevitable ambivalencia.
El carácter extático y agresivo del esfuerzo por trascender los límites del Yo representa un aspecto complejo del deseo erótico. George Bataille, en un contexto divergente manifiesta que las experiencias más intensas de trascendencia se producen bajo el "signo" del amor y bajo el "signo" de la agresión. Dice que una de las características más dramáticas del funcionamiento humano es que el desmoronamiento de los límites entre el Yo y el otro ocurre en los momentos de más profunda regresión al amor extático y en condiciones de dolor extremo.
El deseo erótico transforma la excitación genital y el orgasmo en una experiencia de fusión con el otro que procura una sensación fundamental de realización, de trascender los límites del Yo. Esta fusión, en la experiencia del orgasmo, también facilita una sensación de unicidad
con los aspectos biológicos de la experiencia personal. No obstante, y por la misma razón, ser el objeto del dolor inducido por otro e identificarse con el objeto agresivo mienlras uno se experimenta también como su víctima, crea una sensación de unión en el dolor que refuerza la fusión en el amor. Inducir dolor en el otro e identificarse con el placer erótico del otro en el dolor es sadismo erótico, la contracara del masoquismo erótico. En este sentido, el deseo erótico incluye un elemento de entrega, de aceptar un estado de esclavitud respecto del otro, mientras también se es dueño del destino del otro. La medida en que esta fusión agresiva es contenida por el amor depende de la mediación del Superyó, el guardián del amor que contiene la agresión. Tanto en el placer como en el dolor se busca una experiencia afectiva intensa que borre temporariamente los límites del Yo, una experiencia que pueda darle un significado fundamental a la vida, una trascendencia que vincula al sentimiento amoroso con el éxtasis de la acción sexual, una experiencia de libertad que va más allá de las limitaciones de la existencia cotidiana.
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