La dimensión profundamente conflictiva de la feminidad en nuestra cultura se demuestra y tiene su máxima expresión en la histeria.
La introducción del concepto de género permite comprender más cabalmente la problemática histérica y no caer en el error de considerarla basada en una supuesta indefinición sexual. Si la histérica produce la fantasía inconsciente de la mujer con pene, no lo hace ni por homosexual ni por transexual —o sea, por el deseo de ser hombre—, sino porque se han cerrado los caminos de jerarquización de su género por lo tanto intenta formas vicariantes de narcisización, añadiendo a su feminidad un falo, masculinidad, un pene fantasmal, o dirigiéndose a un hombre para que le pueda responder ¿quién soy?
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