En la estructura dialéctica del mundo interno radica en buena parte el origen de una amenaza siempre latente: “La locura o pérdida de la razón en cualquiera de nosotros” La razón, el entendimiento, la cordura y la estabilidad mental requieren una proporción y relación equilibrada —recordemos que, en matemáticas, «razón» significa proporción y relación— entre mundo interno y mundo externo, entre el dentro y el fuera, entre el vivir encerrado en sí mismo en un extremo patológico y el vivir fuera de sí, en el otro. En un extremo el desequilibrio en favor del mundo externo, del mundo de las cosas y de los intereses egoístas o materiales, tiende a organizar un tipo de vida alienado de los sentimientos y de sus repercusiones emocionales, ricas quizás en satisfacciones materiales en el mejor de los casos pero empobrecidas en contenido emocional. Es, paradójicamente, un empobrecimiento que puede disfrazarse de riqueza y que se agazapa tras el "«estilo de vida consumista» a que nos empujan actualmente las presiones socioeconómicas y políticas. Vivir alienado es literalmente vivir fuera de sí; «ido», loco en su extremo más patológico. Otra vertiente patológica del desequilibrio en favor del mundo externo sería la patología obsesiva, sobre todo aquella que mantiene al sujeto pendiente de la posesión y el control de las cosas y que da a la relación interpersonal un carácter también cosificado.
En el otro extremo, el desequilibrio de la razón o la relación en favor del mundo interno, con el consiguiente extrañamiento o alienación del mundo externo, constituye lo que se ha llamado tradicionalmente locura porque, en su grado extremo, sustituye la relación con el mundo externo por la relación con el mundo interno, pero no en el sentido de un ensimismamiento pasajero, que en ciertas circunstancias puede ser normal y hasta preludio necesario de un proceso creador, sino en el sentido de que se vive retraído en el mundo interno o en el de que el mundo interno es proyectado hacia fuera, de forma que invade el mundo externo, lo reemplaza y es tratado como si fuera real, objetivo, a veces con tendencia a la cosificación de lo que originariamente era emocional, interno o subjetivo o, al contrario, con tendencia a poblar anímica y mágicamente el mundo externo dotándolo de sentimientos, intenciones y significados que provienen de la exteriorización del mundo interno. Las estructuras internas antropomórficas, los «objetos internos», se han convertido por proyección en estructuras externas y son tratadas como tales, o sea, como «objetos externos».
Ahora bien, a esto se le llama locura o psicosis cuando le sucede al sujeto estando despierto, pero no si le ocurre estando dormido. La actividad mental del durmiente es soñar y su producto —el sueño— puede definirse como un estado transitorio de locura, un episodio pasajero en el que la actividad mental está dedicada a colocar fuera del soñante lo que está dentro, creando un mundo onírico que sustituye al de la realidad externa con contenidos mentales que proceden de la realidad interna (deseos, recuerdos, anhelos, temores, esperanzas, etc.) y que adquieren para quien sueña, al menos mientras está soñando, un sentido de actualidad y de realidad. Pasado, presente y futuro se funden en un solo tiempo actual, el entonces o el antes puede ser ahora y el ahora, entonces y después; los espacios pierden sus límites; pensar es hacer, desear es tener, temer es sufrir lo temido; lo blanco puede ser negro y lo negro puede tener maravillosas tonalidades de colorido. Los procesos mentales oníricos son mágicos y omnipotentes, siguen las reglas de lo que Freud llamó «proceso primario»: desconocen las barreras del tiempo y del espacio, los principios de la lógica y del pensamiento racional, o sea, del «proceso secundario» en términos psicoanalíticos. La única diferencia con la locura es que esta actividad mental mágica y omnipotente es reconocida como un sueño cuando el sujeto despierta y que éste, una vez despierto, recupera el criterio de realidad, la capacidad de diferenciar la realidad externa de la interna, y de pensar y actuar de acuerdo con las normas del proceso mental secundario o, lo que es más o menos lo mismo, recupera el pensamiento lógico y racional.
Tenemos, pues, dos tipos de funcionamiento mental. Por una parte un funcionamiento mental y un pensamiento primitivo y mágico (proceso primario) y por otra, en aparente oposición, un funcionamiento y un pensamiento racional y lógico (proceso secundario). Estos dos tipos de funcionamiento mental se manifiestan en dos estados mentales que también se presentan como aparentemente opuestos cuando en realidad son complementarios: el racional y el irracional, el sano y el loco. Pero, además, tenemos un estado mental intermedio entre el sano y el loco, el del sueño, cuyo funcionamiento es primario y mágico aunque se presenta a intervalos regulares en todas las personas sanas, que, una vez despiertas, siguen funcionando de acuerdo con el pensamiento lógico. Es más, la ausencia persistente de actividad onírica (de sueños), si bien no es necesariamente un signo de locura, sí es considerada en psiquiatría como indicativa de la posibilidad de alguna dificultad o trastorno mental.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario