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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

sábado, 24 de diciembre de 2016

El enamoramiento.

​Encontramos a menudo sujetos que pretenden no haber estado jamás enamorados, puede suceder que durante el acto sexual llegan incluso al orgasmo, pero nunca han conocido el sentimiento del amor. En esos casos se trata de ilusiones, de disposiciones patológicas o de fijaciones de la vida sentimental en un «ideal» surgido en su infancia.
También existen sujetos que nunca se confiesan su estado de enamorados y lo disimulan a sí mismos.
El miedo a enamorarse es por las consecuencias que trae aparejado el amor, debido a un temor neurótico por el dominio excesivo que pudiera presentar el partenaire o bien la predisposición a la ruptura sentimental, etcétera; esto puede sofocar el crecimiento de toda emoción amorosa, algunos neuróticos permanecen fieles a su primer «ideal», a los padres, hermanos... únicos ejemplos que han conocido de una fidelidad inquebrantable. En esos casos se trata de deseos insatisfechos que, justamente porque no dan esperanzas, provocan la fijación. “¡Porque todo lo que queda irrealizado es eterno en el sujeto!”.
A pesar de todos los esfuerzos de los poetas, filósofos, psicoanalistas... el hecho de prendarse de alguien es, y ha seguido siendo un enigma para todos, sabemos que se trata de una embriaguez afectiva, de un éxtasis, de un aumento interior de la afectividad, de una fijación en torno a una sola idea del deseo, el que está enamorado sobreestima el objeto del amor, que no ve sus defectos, que es sordo a todos los consejos de la prudencia.
Habría también que suponer que todos los sujetos se encuentran predispuestos para el amor, en un estado latente de espera amorosa, unos más, otros menos. Esta disposición para el amor, que se manifiesta como una especie de languidez, no desaparece más que en el momento que se ha encontrado precisamente a ese «ideal».
La sensación de la felicidad que se experimenta cuando se está enamorado corresponde a la compensación del desagrado, de la “espera inquieta”. Amar significa haber reencontrado al primer objeto de amor: la madre. Pero también sucede que se ama siempre a uno mismo en el otro, amar quiere decir: “Elevarse a lo divino a través del otro”. Por eso mismo exageramos nuestro ideal; la sombra de ese ideal nos muestra los contornos de nuestro Yo a nivel superficial, a nuestro Ello en un nivel profundo. Así podríamos llegar a la fórmula que todos los sujetos se buscan a sí mismos eternamente y que no se encuentran más que de cuando en cuando en el ser amado.
La frase: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, quiere decir simplemente: “Encuéntrate en tu prójimo y te veras obligado a amarlo”.
Toda felicidad en la vida está fundada en el amor, los individuos que no se aman no pueden ser felices, enferman. Todos los estados depresivos están ligados a sensaciones de odio que pueden elevarse hasta el odio destructivo contra el “Yo”. El suicidio es la culminación de ese odio dirigido hacia adentro.
La embriaguez del enamorado es la consecuencia de su éxtasis amoroso. «Seres que no han creído en mucho tiempo en su posibilidad de amar, se convierten en esclavos humildes y rendidos de un partenaire que casi siempre los ha forzado a amar». Ese sufrimiento se convierte en una tragedia si un deseo psíquico, a menudo ardiente, no corresponde a una reacción física. Pero lo contrario se produce también a menudo, una actividad sexual a la que le faltan los componentes psíquicos.
Está es la naturaleza misma de las primeras impresiones eróticas de la infancia, que éstas tengan una resonancia eterna. Quieren ser repetidas y forman la base misma del gusto erótico individual; nuestro “ideal” está, pues, por la suma del Ideal del Yo, más los seres amados de la infancia, los que nos han procurado las primeras impresiones sexuales, todas esas formas elevadas a la potencia de la divinidad.
Pero las disposiciones infantiles persisten a pesar de las represiones, son dejados de lado, pero jamás vencidas, esto produce graves conflictos que se manifiestan en las psicopatologías del amor y la sexualidad.
Para comprender estas enfermedades hay que examinar la sexualidad infantil y medir el abismo que se extiende entre las necesidades del niño y las del adulto.
Ahora bien, el compañero sexual no sólo se convierte en sujeto de placer, sino también que se vuelve objeto de dominio. El odio quiere dominar y vencer, el amor desea obedecer y someterse; en el éxtasis amoroso, el amor triunfa sobre todas las emociones, es lo que brinda la vida sensitiva al sujeto.
El que ama es feliz, es generoso, sin envidias, está contento del mundo y con la vida, siente el suave soplido de lo divino con que adorna su ideal. Como sólo el amor es inmortal, sólo son eternas sus obras. Todo el progreso de la humanidad está basado en la capacidad de amar, cuando se está enamorado, se produce una profunda confirmación de la vida, una afirmación de la procreación, una victoria sobre el narcisismo por la fuerza del egoísmo mismo.
Es la desgracia de tantos individuos que no saben amar, que han perdido o no han conocido nunca el éxtasis amoroso. Pero siempre hay una predisposición para el amor, a decir verdad, todos los sujetos se encuentran en ese estado latente, cada cual busca constantemente el amor. El estar enamorado es abandonar ese estado de predisposición para el amor e ir hacia el ser que corresponde a ese ideal.
El flechazo en el amor, siempre es una fascinación. La fascinación es la sumisión perfecta por amor. En el amor subyace el deseo de sumisión.
El que es fascinado cae repentinamente enamorado del que le fascina, porque eso corresponde a su ideal, la cristalización del ideal comienza en la primera infancia, nuestro ideal es, por decirlo de ésta manera, un pasado proyectado en el porvenir. El ideal desconcierta, es lo incomprensible y, sin embargo, lo ardientemente deseado, es el milagro que suprime toda realidad, ante el inmenso valor pasional de ese amor, no hay crítica posible porque aquí la realidad ha sido elevada a la altura de un milagro.
En el fondo no hay que hablar solamente de amor “a la primera mirada”, sino del amor “al primer sonido de voz” y del amor “olfativo”. La vida amorosa presenta períodos comparables al celo de los animales, durante esas fases, el flechazo, lo mismo que en el amor que sigue a una impresión profunda, se produce mucho más fácilmente que durante las fases intermedias.
Cada cual tiene su curva individual, las mujeres y los hombres están sometidos a la ley de la periodicidad, en la cima de la curva la predisposición aumenta. Ha alcanzado su punto culminante. Si el sujeto se encuentran en ese estado de predisposición amorosa intensa, ciertas asociaciones y ciertas impresiones pueden conducir a esa predisposición amorosa, al enamoramiento. Ese desarrollo puede verificarse en pocos minutos, incluso en segundos, de tal modo que se puede hablar en efecto, del flechazo; entonces el rayo cae en el barril de pólvora y la explosión se produce.
Los caminos de la fascinación pueden ser psíquicos y físicos, ya que el “ideal” muestra que está formado por dos componentes: Las primeras impresiones infantiles, que tienen una gran importancia y el descubrimiento de la identidad con la personalidad propia.
El flechazo, al menos en parte, se produce porque se reconoce uno mismo o su “Ideal del Yo” en el otro y éste hecho se debe tanto a causas psíquicas y físicas. Ya que cuanto mas diferenciados son los partenaires dentro de la pareja, más dificultades existen opuestas al amor.

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