Durante el coito el orgasmo integra el cruce del límite del Self hacia la percatación del funcionamiento meramente biológico que se encuentra obviamente más allá del control del éste, y un simultáneo cruce de límites por la identificación sofisticada con el objeto amado, mientras se conserva un sentido de la propia identidad separada.
La experiencia compartida del orgasmo, además de la identificación temporaria con el partenaire sexual, incluye trascender la experiencia del Self en la de la unión fantaseada de los progenitores edípicos, así como trascender la repetición de la relación edípica, abandonándola y realizando una nueva relación objetal que reconfirma la propia identidad y autonomía separadas.
El orgasmo como parte de la pasión sexual debe también representar simbólicamente la experiencia de morir, de mantener la autoconciencia mientras se es arrastrado involuntariamente a la aceptación pasiva de secuencias neurovegetativas que
incluyen la excitación, el éxtasis y la descarga motora. La trascendencia a la cual anhela
el Self es con la convicción de una unión apasionada con la pareja y con los valores que ambos representan, así como también un desafío a la muerte, a la naturaleza transitoria de la existencia individual.
Pero la aceptación de la experiencia de unión con el otro también duplica, inconscientemente, la penetración violenta en el interior peligroso del cuerpo del otro (el cuerpo de la madre), es decir en el reino misterioso de la agresión primitiva proyectada. La fusión es por lo tanto una aventura peligrosa, que supone el dominio de la confianza sobre la desconfianza y el miedo, y entregar y que se haga cargo del Self al otro en la búsqueda de una unión extática siempre amenazada por lo desconocido (fusión en la agresión).
De modo análogo, en el dominio de la activación de las relaciones objetales internalizadas de las etapas preedípicas y edípicas del desarrollo, disolver las barreras protectoras contra los afectos primitivos difusos mientras se permanece separado —es decir consciente de uno mismo— y dejar atrás los objetos edípicos implica de nuevo la aceptación del peligro, no sólo de perder la propia identidad sino también de liberar la agresión contra esos objetos internos y externos, y de la retaliación.
Por lo tanto la pasión sexual envuelve una entrega valerosa del Self a una unión deseada con el otro ideal, enfrentando peligros inevitables. Incluye aceptar los riesgos de abandonarse totalmente en una relación con el otro, en contraste con el miedo a los peligros provenientes de muchas fuentes que amenazan cuando uno se amalgama con otro sujeto. Contiene la esperanza básica de dar y recibir amor y de tal modo ser reconfirmado en la propia bondad, en contraste con la culpa por la agresión dirigida hacia el objeto amado y el miedo al peligro consiguiente. Y en la pasión sexual el cruce de los límites corporales del Self también se produce en el compromiso con el futuro, con el objeto amado como un ideal que le da un significado especial y personal a la vida. Al percibir al otro amado como la encarnación de no sólo el objeto deseado edípico y preedípico y la relación ideal con otro sino también de las ideas, los valores y las aspiraciones que hacen la vida digna de ser vivida, el sujeto que experimenta la relación sexual expresa la esperanza de una creación y consolidación del significado en el mundo social y cultural.
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