La masturbación como actividad compulsiva y prolongada, tanto en hombres como en mujeres, tiene como función primordial una defensa inconsciente contra las fantasías sexuales prohibidas (incesto) y contra otros conflictos inconscientes en el contexto de una disociación regresiva respecto de las relaciones objetales conflictivas ¿qué queremos decir con esto? La masturbación genera un deterioro de
la excitación, del placer y de la satisfacción derivados de los impulsos instintivos pero “no en su gratificación autoerótica y compulsivamente repetitiva”, sino en la pérdida de la función crucial de cruce de los límites entre el Self y el objeto, asegurada por la investidura normal en el mundo de las relaciones objetales, derivando en un retraimiento narcisista del sujeto. Ahora bien, es el mundo de las relaciones objetales internalizadas y externas la que mantiene viva y actualizada la sexualidad hacia con el partenaire, generando el potencial para la gratificación duradera.
La integración de las representaciones del Self que ama y odia, las representaciones objetales y los afectos en la transformación de las relaciones objetales parciales en relaciones objetales totales (o constancia del objeto) es un requerimiento básico para la capacidad de establecer una relación de pareja estable, siendo necesaria para cruzar el límite de una identidad yoica estable e identificarse con el objeto amado.
Una implicación general que conlleva el erotismo es que constituye un rasgo permanente de las relaciones amorosas, y no una expresión inicial o temporaria de la idealización “romántica” de la adolescencia y la adultez temprana.
El erotismo tiene la función de proporcionar intensidad, consolidación y renovación a las relaciones amorosas a lo largo de toda la vida, y procura permanencia a la excitación sexual, al vincularla a la experiencia humana total de la pareja.
La excitación y el placer sexual están íntimamente vinculados a la calidad de la relación total de pareja. Aunque también es cierto que existe una declinación de la frecuencia del coito y el orgasmo con el transcurso de las décadas, pero aun con todo y eso, la experiencia sexual sigue siendo un aspecto constante y central de las relaciones amorosas y la vida marital. En condiciones óptimas, la intensidad del placer sexual tiene una calidad renovadora invariable que no depende de la técnica sexual sino de la capacidad intuitiva de la pareja para entretejer las necesidades y experiencias personales cambiantes en la compleja red de los aspectos afectuosos y agresivos, de la relación total, expresados en las fantasías inconscientes y conscientes y en su escenificación en las relaciones sexuales de la pareja.
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