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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 22 de diciembre de 2016

La confusión del deseo con el amor.

​Generalmente el sujeto tiende a confundir el «deseo» con el sentimiento del «amor»; pero el primero está inclinado más una aspiración mientras el segundo a una permanencia.
El amor y el deseo tienen fines diferentes, el deseo procura la satisfacción y el amor privilegia la unión, esto significa el vínculo con el otro. El deseo, en cambio, tiene una marcada preferencia por objetos parciales: una parte del cuerpo que es sobrestimada, rostro, senos, etcétera.
El deseo esta conformado de elementos pulsionales, que fragmentan y parcializan el objeto (partenaire), que toma el carácter de un fetiche cuando es el único que puede despertar el deseo sexual, razón por la cual la seducción tiene un poder hechizante: “Vale más el sujeto que pretendemos por lo que vela que por lo que muestra”.
Cuando el amor y el deseo van juntos, el sujeto amado es también el objeto de nuestro deseo, aunque raramente esto suceda por tiempos muy prolongados de vida en común. Cuando son antagónicos, pueden perturbar la vida en pareja (impotencia, frigidez, etcétera) y crear malestares que se observan sobre todo en neuróticos.
Dentro de la estructura neurótica, surge la mujer histérica, ella se caracteriza por la búsqueda permanente e insistente, su finalidad: «la confirmación de sentirse amada, es decir, una reivindicación narcisista». El amor que ofrece la histérica a su partenaire es para usarlo a él de espejo, donde únicamente pueda verse ella en todo su esplendor. El placer sexual es para ella relativamente secundario, cuando no inexistente, ella seduce con su cuerpo pero con su frigidez rechaza desdeñozamente a su pareja. Si es deseada pero no amada, se siente desvalorizada y experimenta un resentimiento que día con día se acrecienta.
La histérica pasa casi toda su vida buscando la confirmación de ser amada ¿qué la motiva a eso? Posiblemente por haberse visto decepcionada en ese sentido principalmente por su madre, amenazada casi todo el tiempo por la pérdida del amor: ¡Sí te portas mal, ya no te voy a querer! Aunado posteriormente a un padre distante afectivamente. El rencor y el odio por las injurias sufridas son notorios en estos casos: !Ahora de adulta —dice ella— tengo la sensación que mi madre nunca me quiso desde que nací! La separación satisfactoria con la madre no ha podido llevarse a cabo, porque siempre quedan cuentas por arreglar.
Pero en última instancia la histérica tiene aun una forma de confirmar que es amada, por medio de la mirada del otro, que tiene sobre ella los mismos efectos del licor para el alcohólico, por lo cual no resulta sencillo prescindir de esas miradas. Recurre para conseguirlo al conocido exhibicionismo histérico para producir un impacto en el otro: una forma provocativa de vestirse, de maquillarse, de platicar... Como se siente interiormente fragmentada, es en esa mirada que puede experimentarse momentáneamente como "una" finalmente reunida. Aquí cabe subrayar las características entre la mujer «normal» y la «histérica», si bien es cierto que ambas desean seducir al hombre con sus encantos físicos, la histérica los sobrecompensa, no escatima en mostrarse para obtener esa mirada que aliviana su angustia porque la aparición del deseo la lleva a la angustia, ya que quiere sostenerse como «objeto del amor y no del deseo». Defiende a capa y espada la causa del amor como un fin y no como un medio, tratando de consumir el deseo en el amor, confundiéndolos a ambos.
Desde el psicoanálisis, la disociación más notoria entre el amor y el deseo sexual se observa claramente en aquellos hombres con neurosis obsesiva que se les dificulta desear a la mujer que aman o amar a la que desean. Cuando aman, se les complica el acto sexual con su partenaire (impotencia, eyaculación precoz) muchos de ellos ni siquiera se atreven a pronunciar una “palabra obscena” durante el coito. Estos hombres suelen pensar que todas las mujeres son unas putas y que por eso gozan de la sexualidad, mientras que a su cónyuge la estigmatizan de “decente”, ni siquiera se atreven a imaginar que ella esta muy dispuesta a esa pasión carnal. La mujer amada, idealizada y excluida del campo de todo deseo posible, es la heredera de toda la carga de prohibición que pesa sobre el primer objeto de amor: la madre (Complejo de Edipo). Por lo tanto es común que este tipo de hombres estén más propensos a la infidelidad, ya que la práctica sexual satisfactoria sólo es posible si es mantenido alejado el componente sentimental (amor) de ellos para un buen desempeño erótico-pasional con la amante.

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