El sentimiento de culpabilidad parece desempeñar un papel capital en el cuadro manifiesto de la neurosis, en algunas personas se expresa en forma abierta e intensa, pero en otras se encuentra disfrazada y disuadida, aunque su presencia siempre se hace manifiesta en su conducta, en las actitudes, en la manera de pensar y reaccionar.
El neurótico acostumbra explicarse sus sufrimientos con la creencia que no merece ningún mejor destino en su vida. Este sentimiento puede ser muy incierto e indefinido, o fijarse a ideas y actividades socialmente vedadas, como la masturbación excesiva, los deseos incestuosos, la muerte o venganza contra familiares o amigos, pudiendo incluso sentir odio contra todo el mundo.
Los neuróticos suelen sentirse culpables ante el más leve motivo. Así, al saber que alguien se interesa en verlos, la primera reacción es esperar acusaciones por algo que habrían cometido; cuando los amigos o familiares no los visitan, ni les llaman por teléfono, se preguntan si por ventura no los habrán ofendido; cuando algo anda mal, inmediatamente piensan que fue por alguna falta cometida por ellos. Aun si los otros han incurrido en flagrante culpa y les han hecho víctimas de notorios malos tratos, persisten en su actitud de autoacusación. En cualquier conflicto de intereses o polémica se inclinan a aceptar ciegamente que los otros tienen toda la razón.
Sólo un variable e incierto límite separa estos latentes sentimientos de culpabilidad, prestos a manifestarse en el momento más oportuno, de los que se ha dado en llamar sentimientos inconscientes de culpabilidad, puestos en evidencia por los estados depresivos de la psique. Tales sentimientos adoptan la forma de autoacusaciones fantásticas, o, al menos, groseramente exageradas.
La existencia de sentimientos flotantes de culpa sobre los cuales es preciso ejercer un dominio constante provoca que el neurótico se justifique ante sí mismo y ante los demás, en especial si no se reconoce el enorme valor estratégico de semejantes esfuerzos. Los sentimientos difusos de culpabilidad también se aparentan a través del temor neurótico de ser desenmascarado o reprobado. La tendencia compulsiva a la perfección surge en gran medida de la necesidad de prevenir toda censura.
El neurótico suele sentirse mucho más cómodo, e inclusive perder ciertos síntomas, al ocurrirle algún suceso adverso, como podrían ser, reveses de fortuna, accidentes, alguna muerte cercana, etcétera, la observación de esas reacciones, así como la circunstancia de que el neurótico a veces parece disponer o promover los desgraciados y lamentables acontecimientos que le ocurren, aunque sólo sea inadvertidamente, nos induce a aceptar que el enfermo sufre tan poderosos sentimientos de culpabilidad, que despiertan en él la urgencia de castigo a fin de aliviarlos, por muy paradójico e inverosímil que esto sea.
Parecen existir, pues, abundantes testimonios, no sólo de la presencia de sentimientos de culpabilidad peculiarmente agudos en el neurótico, sino también del imperio que ejercen sobre su carácter. No obstante en esta aparente revelación, cabe preguntarse sí los sentimientos conscientes de culpabilidad en el neurótico son realmente genuinos y si las actitudes sintomáticas que sugieren la existencia de sentimientos inconscientes de culpabilidad no admitirán otra interpretación.
Los sentimientos de culpabilidad, al igual que los de inferioridad, en modo alguno suscitan desagrado en el neurótico, quien, muy lejos de afanarse por eliminarlos, insiste en que es culpable y se opone enérgicamente a todo intento por reindivicarle. Esta postura basta, por sí sola para indicar que, subyacente a su testarudez, en los sentimientos de culpabilidad debe haber, como en los de inferioridad, otra tendencia que cumple una función importante.
Resulta doloroso sentirse honestamente arrepentido o avergonzado de algo, y más penoso todavía es confesarse a alguien ese sentimiento. El neurótico, más que nadie, se resistirá a proceder así, debido a su temor a la reprobación; en cambio, no vacilará en expresar libremente los sentimientos que hemos denominado de culpabilidad. Además, las autoacusaciones, que tan a menudo se interpretan como signos de sentimientos inconscientes de culpabilidad en el neurótico, se caracterizan por elementos a todas luces irracionales. El neurótico tiende a apelar a la más extrema irracionalidad, desde las groseras exageraciones hasta la más flagrante fantasía, no sólo en sus autoacusaciones específicas, sino también en sus sentimientos difusos de no ser acreedor al amor, a la amabilidad, al elogio o éxito alguno. Pero la ambivalencia también forma parte importante del carácter neurótico, al expresar de manera inconsciente que las autoacusaciones no constituyen por fuerza expresiones de culpabilidad porque en el fondo dicho individuo tampoco está totalmente convencido de ser por completo inútil e indigno, ya que inclusive cuando da la impresión de hallarse dominado por sus sentimientos de culpabilidad, puede resentirse profundamente si los demás se muestran inclinados a tomar en serio sus autocensuras.
Esta observación nos lleva a un último factor, al examinar detenidamente las autoacusaciones en la melancolía; la contradicción entre los sentimientos de culpabilidad manifiestos y la falta de humildad que por lógica debiera acompañarlos porque al tiempo que proclama su indignidad a los cuatro vientos, el neurótico abriga y denota grandes exigencias de miramiento y admiración, mostrándose muy reacio a aceptar la más ligera crítica; más no siempre esta contradicción es tan perceptible, y en realidad existe con mucha mayor frecuencia de lo que parece a primera vista.
En ocasiones el neurótico puede confundir su actitud autoacusadora con una sana posición crítica respecto de sí mismo. Su sensibilidad a las críticas es susceptible de disfrazarlas bajo la creencia de ser capaz de tolerarlas muy bien, de una forma madura, siempre y cuando se las formulen de manera amistosa o constructiva; pero esta creencia es sólo una pantomima, ya que no soporta por ningún motivo la prueba de los hechos.
Inclusive los consejos más cordiales son recibidos en lo más profundo de su ser, con rabia y furor, pues cualquier consejo implica para el neurótico la crítica de no ser cabalmente perfecto.
El verdadero carácter de los sentimientos de culpabilidad, no son sino expresiones de la angustia o de la defensa contra ella. En parte, esto también rige para el sujeto “normal”.
Así, en nuestra cultura es de mayor mérito y nobleza temer a Dios que a los hombres, o, dicho en términos profanos, se valora más el abstenerse de hacer algo por razones de consciencia que por temor a ser descubierto. Muchos maridos que fingen ser fieles en su vida conyugal por motivos de consciencia, en verdad lo son, por un temor profundo a sus esposas.
En el neurótico la angustia que siente es tan intensa que se ve inclinado a disfrazarla con sentimientos de culpabilidad mucho más comúnmente que el sujeto normal. A diferencia de éste último, no sólo recela de sus consecuencias, sino que también prevé otras claramente desproporcionadas a la realidad. La índole de estas consecuencias anticipadas depende obviamente de la situación respectiva, pudiendo estar dominado por un desmesurado temor de castigos inminentes, venganzas, abandonos y otras veces sus temores pueden adoptar una forma totalmente vaga y difusa. Pero cualquiera que sea su naturaleza, todas sus aprensiones tienen un rasgo común, están vinculadas en un sentido determinado, que a grandes trazos podemos calificar como miedo a la reprobación o, si éste llega a trocarse en un convencimiento, como miedo a ser desenmascarado.
El exagerado temor a la reprobación es bastante común en las neurosis. Casi todo neurótico, aunque de primera impresión aparente encontrarse muy seguro de sí mismo, de tomar las cosas con una madurez incuestionable y de ser hasta indiferente a las opiniones ajenas, está dominado cabalmente por un desmedido temor y la
hipersensibilidad que posee lo hace presa fácil para sucumbir a las críticas, acusaciones, reproches o a que se le desenmascare ante los demás.
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