Existen actos en el sujeto neurótico aparentemente sexuales que responden más bien a un mecanismo de defensa, que pueden ir desde negar la existencia de actos perversos acentuando sobremanera los normales, o negar las inhibiciones para combatir la angustia y los sentimientos de culpa, generalmente estas se manifiestan por la vía de la satisfacción de una necesidad de reaseguramiento o mediante logros narcisísticos.
Los fines narcisistas del sujeto pueden perturbar, con su predominio, la potencia o capacidad de excitación sexual; en otros casos, el desarrollo del acto sexual puede parecer normal, pero cuando el sujeto cuya sexualidad sigue conservando, en realidad su carácter infantil subyacente, se propone con esto rechazar una angustia que lo contraría, mediante la realización de actos inauténticos de la sexualidad madura, estos actos no le brindarán nunca una gratificación completa, ya que son sujetos
“orgásmicamente impotentes”.
Los fines narcisistas en la pseudosexualidad perturban la sexualidad de la misma manera en que los traumas sexuales perturban también ésta.
En cierto sentido, toda pulsión sexual sigue siendo infantil en el neurótico, con un carácter de defensa, en la medida en que, a causa de su ansiedad, esta ocupando el lugar de la sexualidad genital adulta.
El mejor ejemplo de esto es el orgullo que ciertos neuróticos obsesivos ponen en su potencia y en su tenacidad; aplacando su temor de diversos modos, estos sujetos pueden ser capaces de llevar a cabo el acto sexual y disfrutar en él con un placer funcional narcisístico, pueden incluso sentir algún placer sexual, pero nunca un relajamiento completo del orgasmo, incluso existen sujetos que después del acto sexual se masturban con la finalidad de apaciguar la excitación que aun los conmueve.
El comportamiento sexual aparente de estos sujetos se halla aislado de sus exigencias emotivas sexuales por una capa de ansiedad intercalada, además su comportamiento sexual es mecánico y rígido.
En los casos de una psicopatología grave, el sujeto puede responder ante una mirada, el roce de una mano... como el punto culminante de una vida "erótica", incluso para algunos no es verdad que el coito represente la culminación de la vida sexual, llegando a pensar que hasta "eso" aburre a la gente; esta forma de valorar sólo es válida, por cierto, para sujetos que padecen de un severo desorden sexual. Pero si, a pesar de eso, estos neuróticos se avienen al coito, lo hacen impelidos, sin ninguna duda, por otros apremios de orden genital.
La pseudosexualidad es usada, por regla general, para combatir sentimientos de inferioridad, para lograr satisfacciones narcisísticas y la descarga de pulsiones pregenitales ocultas. Los éxitos sexuales en estos sujetos pueden implicar una variedad de identificaciones inconscientes; identificaciones que sirven de reaseguramiento contra diversos temores se disfrazan frecuentemente
de “amor”.
Los hombres “femeninos” cuyas tendencias fálicas fueron reprimidas a causa de su
temprana relación con la madre o el padre, pueden crear, por temor inconsciente a la homosexualidad una conducta pseudosexual con las mujeres, caracterizada por tendencias pregenitales y de identificación.
Hombres y mujeres pueden usar a sus partenaires sexuales en la misma forma en que se usaron a la madre durante la infancia, cuando la obligaban, cada vez que sentían miedo, a sentarse junto a su cama para tranquilizarlos.
La diferencia entre la sexualidad reactiva y la auténtica es a menudo impresionante. La sexualidad reactiva tiene las mismas características que todas las formas reactivas, es espasmódica, de finalidad inhibida, revela la ansiedad subyacente a los actos sintomáticos y consume una gran energía; a menudo, sin embargo, los rasgos reactivos son menos manifiestos. Es importante recalcar que las manifestaciones neuróticas y pseudosexuales, se destacan en el hecho de que estas pueden ser emprendidas teniendo en vista una finalidad de poderío o de prestigio especialmente sobre la pareja sexual.
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