“Si el sujeto solicita que se le perdone por una mala acción cometida, e inmediatamente expresa el motivo y justificación que lo llevó a emprender tal acción, no siente culpa sino vergüenza. El genuino perdón (sentirse culpable) nunca va acompañado de ninguna justificación posterior”. Pothos Himero.
Generalmente se tiende a confundir el sentimiento de vergüenza con la culpa, pero si profundizamos podremos dilucidar sus diferencias; para ejemplificar imaginemos un sujeto que padece paranoia de celos (celotípico) que se siente herido en su honor cuando su partenaire a cometido alguna acción que lo humilla, entonces tiene la creencia justificada de llevar a cabo una venganza e incluso se siente hasta obligado a realizarla. Así, pues, en la vergüenza del pundonor el objeto dañado es el propio Yo (la dignidad, el honor, la integridad del Self), mientras que en la culpa el objeto dañado es el objeto de relación, el otro.
La asunción de la culpa y la consiguiente responsabilización mueven a mecanismos de reparación que son fundamentales en la relación amorosa, mientras que la asunción de la vergüenza como daño de la propia dignidad mueve a la responsabilización del otro y al deseo de venganza, a mecanismos de reparación del honor que son fundamentalmente destructivos. «En este sentido los sentimientos de vergüenza son más primitivos, más esquizoparanoides que los de culpa, que son más evolucionados y depresivos». Los sentimientos de vergüenza estarían situados a medio camino entre las ansiedades catastróficas más primitivas y los sentimientos más evolucionados de culpa, siendo tanto más esquizoparanoides cuanto más domine la vergüenza del pundonor y tanto más depresivos cuanto más domine la vergüenza de la culpa.
Las ansiedades catastróficas y persecutorias están siempre referidas a uno mismo, al estado del Self, mientras que las ansiedades depresivas o de culpa están referidas al estado del objeto. Desde el psicoanálisis, la vergüenza se encuentra a veces cabalgando entre la referencia al Self y la referencia al objeto, próxima ya a la culpa, pero en el caso de la vergüenza del pundonor, que mueve a actitudes destructivas, suele estar más próxima a un estadio evolutivo más primitivo, propio de la posición esquizoparanoide. Así como en el caso de los sentimientos de culpa encontramos un espectro de sentimientos que van desde la persecución a la culpa pasando por lo que algunos han llamado culpa persecutoria (León Grinberg), asimismo en los sentimientos de vergüenza encontramos un espectro que va desde sentimientos esquizoparanoides de predominio persecutorio a sentimientos depresivos de vergüenza que podríamos llamar, parafraseando la expresión de Grinberg, «vergüenza culposa» o «culpa vergonzosa».
La vergüenza de la culpa es ya un sentimiento depresivo, equivalente al arrepentimiento y complementario de la culpa depresiva, sin el cual ésta no tendría sentido; razón por la cual el sinvergüenza o el desvergonzado no se arrepiente, no se avergüenza y no siente necesidad de reparar.
El concepto de integridad, en su doble acepción de integridad personal e integridad moral, requiere la capacidad de avergonzarse y no sólo la de sentirse culpable. La asunción de la culpa mueve a la reparación, pero para ello es necesario que el sujeto tenga la íntima convicción «avergonzarse de sus pecados» (el pecado es la versión teológica del sentimiento psicológico de culpa).
El sujeto melancólico que se siente impulsado al suicidio por un sentimiento de culpa, no lo hace solamente por la culpa, sino también por un sentimiento entremezclado de culpa y vergüenza, o sea, de indignidad, sentimiento que está más centrado en el Self que en el objeto.
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