Intentemos dilucidar el concepto de «castración» desde el punto de vista del psicoanálisis. Jacques-Marie Émile Lacan nos dice que el complejo de castración es el conjunto de las consecuencias determinadas por la sumisión del sujeto al significante. Lacan prefiere hablar de castración en vez de “Complejo de Castración”. Señala que es una operación simbólica que determina una estructura subjetiva: el que ha pasado por la castración no está acomplejado; al contrario, está normado respecto del acto sexual, siendo una etapa necesaria en el desarrollo psicosexual. Sin embargo, hay allí una aporía: ¿por qué el sujeto debe estar castrado antes de poder llegar a la madurez genital? Hagamos la aclaración que la castración no tiene que ver con el órgano real: “Recae sobre el falo en tanto es un objeto imaginario”. Por eso Lacan no considera que el Edipo y la castración dependan de y sean opuestas al sexo del sujeto. El niño, ya se trate de una mujer u hombre, quiere ser inconscientemente el falo para captar el deseo de su madre (Primera fase del Edipo). La interdicción del incesto (Segunda fase), que debe desalojarlo de esta posición ideal de falo materno, corresponde al padre simbólico, es decir, a una ley cuya mediación debe ser asegurada por el discurso de la madre, que no se dirige sólo al niño, sino también a ella misma. Inmediatamente después de esto interviene el padre real (Tercera fase) quien tiene el falo (en realidad, quien para el niño es supuesto como teniéndolo), lo usa y se hace preferir por la madre.
El niño, que ya ha renunciado a ser el falo, podrá identificarse con el padre. La niña, por su parte, ha aprendido hacia qué lado debe volverse para encontrar el falo. Desde esta perspectiva, hay que distinguir entre la frustración, imaginaria, que se da un objeto real (frustración femenina del pene), y la privación, real, que se da un objeto simbólico (sustraído). La castración será considerada como simbólica de un objeto imaginario; en este último caso, se debe entender que la castración constituye la representación simbólica de una emasculación que recae en un objeto imaginario, el «falo absoluto del padre omnipotente». El falo aparece, con innumerables aspectos, en los sueños y los fantasmas, pero se ve muy frecuentemente separado del cuerpo. Esta separación es explicada por Lacan como un efecto de la elevación del falo a la función de significante. Desde que el sujeto está sometido a las leyes del lenguaje (la metáfora y la metonimia), o sea, a partir de que el significante fálico ha entrado en juego, el objeto fálico está seccionado imaginariamente. Hay que observar que esta noción de la castración no basta para fundar una lógica de la sexualidad. El seminario “Aun” promulgado por Lacan se ocupa de ella al tomar por tema la famosa imposibilidad de la relación sexual: por esta se entiende la imposibilidad de una “escritura” lógica de la sexualidad del sujeto hablante. En esta perspectiva, se plantea el principio lacaniano de que “no hay relación sexual”.
Y por otro lado, para algunos profesionales de la salud mental, la importancia de la diferencia anatómica de los sexos refiere a una teoría psicoanalítica según la cual, la presencia visible del «órgano sexual masculino» en el nacimiento, permite establecer una diferencia irreductible de los sexos en dos tipos: hombre (macho) y mujer (hembra). La «ausencia del órgano sexual masculino» en la mujer, va a ser descubierta por el niño y la niña en algún momento de su infancia. La manera en que asimile esta «experiencia de descubrimiento» tanto consciente como inconscientemente contribuirá significativamente a su organización y desenvolvimiento sexual presente y futuro.
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