La característica principal en la Estructura Perversa es la sexualización, la sexualización es para el psicoanálisis un estado mental que permite el «Goce» sexual autoinducido, por lo tanto el orgasmo así alcanzado es resultado preponderantemente de fantasías.
En el encuentro con el otro, un perverso debe ejecutar lo que se ha venido construyendo en su fantasía. Los objetos sólo existen en la medida en que desempeñan la función que les asigna la imaginación; así el encuentro sexual es una repetición de algo premeditado e imaginado, con escasa espontaneidad de su parte.
Para cada perverso existe una cadena particular de acontecimientos que deben irse suscitando, cierto lugar, circunstancias específicas para que la escena este llena de «Goce». Para lograr esto el perverso debe llevar a la práctica su fantasía, verbigracia en la escena sadomasoquista ambos deben llevar a cabo su fantasía a la realidad, aunque exista un consentimiento previo al acto. Si la pareja fuera experimentada como un objeto real, la libertad y la omnipotencia de la fantasía se perdería; una genuina pareja, con necesidades y exigencias propias, establecería un límite a la imaginación y, por lo tanto, reduciría el nivel de excitación.
La sexualización que ocurre en la infancia equivale a un estado mental especial con carácter masturbatorio, que hace que el niño se retire de la realidad y se retraiga del mundo circundante e impida el desarrollo de su psicosexualidad. Las raíces infantiles de la perversión consisten esencialmente en un repliegue psíquico en el que las fantasías sexualizadas de diversos tipos seducen al niño. Este proceso, que se desarrolla a una edad temprana en un niño destinado a convertirse en un pervertido, es descrito por Sigmund Freud: “El placer se involucra por fin en fantasías de violencia”.
Como sabemos, Freud sostuvo que la perversión era uno de los caminos que podrían ser elegidos por el impulso sexual precisamente por el presunto carácter perverso y polimorfo que caracteriza la sexualidad infantil. Para Freud, el potencial para la perversión era inherente a la sexualidad primitiva y en algunos casos podría llegar a ser autónomo y desarrollarse unilateralmente.
Ahora bien Franco De Masi, se desvía de la teoría de Freud al ver la perversión como una vía de desarrollo diferente que está en desacuerdo con la de la sexualidad normal. Esta concepción coincide con la de Robert Caper, que distingue los aspectos «primitivos de la sexualidad» de los psicopatológicos. La primera condición es susceptible de desarrollo, mientras que la segunda implica una distorsión del desarrollo —prosigue este autor— que algunas escuelas de psicoanálisis identifican lo primitivo como sinónimo de psicopatológico, basándose en que este último estado contienen la concreción, la idealización, las fantasías grandiosas y las ansiedades observables en la psique infantil. Esta ecuación da lugar a la errónea suposición de que la psicopatología es la expresión de estados mentales primitivos. Sin embargo, esto no es así: las fuerzas que actúan en las perversiones son destructivas y erosionan progresivamente las capacidades mentales, como la capacidad de depender de los objetos y la posibilidad de aprender de la experiencia emocional, que es el fundamento mismo de la salud psíquica.
Donald Meltzer sostiene que existe una distinción fundamental entre la sexualidad polimorfa (primitiva) y la sexualidad perversa. Mientras que esta última representa un ataque destructivo a la simbolización de la pareja paterna, la primera pertenece al reino de la sensualidad indiferenciada.
Un «niño polimorfo perverso» que es una presa de fantasías que le proporcionan placer sexualizado ya se ha retirado a un mundo de excitación sexual y por lo tanto ya es un infante enfermo. La perversión no sería entonces una continuación de la sexualidad infantil sino una desviación del desarrollo psicosexual normal.
Esta divergencia en la nosología clínica también implica una diferencia en el nivel de la teoría. ¿Debe el conjunto entero de las experiencias sexuales ser visto como un todo único, o debe diferenciarse diferentes formas de sexualidad en términos cualitativos?
El primer modelo psicoanalítico basado en la conducción considera la sexualidad como una experiencia unitaria, con todos los componentes de la sexualidad oral, anal y fálica primitiva fluyendo juntos en una sola entidad sexual. De acuerdo con este punto de vista, la sexualidad psicopatológica no es más que una versión anormalmente desarrollada de un componente a expensas de los demás.
La visión unitaria de la sexualidad no permite una clara distinción entre la sexualidad propiamente dicha y los procesos de sexualización que subyacen a la psicopatología. Mientras que en la sexualidad infantil, el placer sensorial es una forma de relacionarse con los objetos, la sexualidad psicopatológica con inicio en la infancia es autodespertante en la naturaleza y es indicativa de una ruptura temprana del vínculo del niño con el mundo emocional que tendrá consecuencias en la edad adulta.
Para entender la naturaleza de la perversión, es muy importante usar el término sexualización más que sexualidad. Esta distinción implica la noción de diferentes categorías de experiencia sexual con estados mentales diferentes de los de la sexualidad ordinaria.
Los estados de sexualización perversa parecen estar muy extendidos en patologías mentales severas; Patricio Alvarez Bayón, por ejemplo, se refiere a ellos en sus relatos sobre la terapia de los niños autistas. La experiencia autoexcitatoria parece tener características particulares en algunos pervertidos.
El paciente fetichista descrito por Betty Joseph, que se vestía de la cabeza a los pies con una prenda de goma, sólo podía eyacular mediante la estimulación de la piel. Como sueños eróticos que hacen que el soñador eyacule, las fantasías sexualizadas pueden causar el orgasmo. Los sujetos que exhiben comportamiento perverso pueden tener excitabilidad sexual particular: la imaginación es tan poderosa, que el orgasmo sexual se puede lograr sin el intermediario del cuerpo; en tales casos las fantasías se comportan como un generador continuo y permanente de excitación sexual.
La perversión sería como una técnica de excitación mental que surge del aislamiento y se persigue en la imaginación del sujeto. La excitación es autogenerada a través de ciertas configuraciones específicas centradas en el placer de dominar o poseer a otro o, a la inversa, de ser dominado o poseído. Incluso si la esfera de acción en la perversión se limita a la sexualidad, la excitación no proviene de la forma primitiva de la sexualidad, sino de la «idea de poder», sin la cual ninguna sexualidad perversa jamás sería llevada a la práctica o al menos intentar ponerla en acción.
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