Los infantes corren el riesgo de entrar al juego de las rivalidades arcaicas, remanentes o sexuales regresivas de su madre primordialmente, así como de su padre y el entorno adulto que los rodea.
Cuando nos referimos a la madre del lactante, que, debido a sensaciones corporales de satisfacción y de frustración, debilitará o no más que cualquier otro sujeto su poder libidinal de desarrollo, por el poder de sus pulsiones erógenas, ligadas a variaciones de sus sensaciones cenestésicas y sensorio-motrices. Así, en la edad de la organización del «etapa oral», las «madres devoradoras» necesitan más a su hijo que éste a ellas. Estas mujeres tienen más necesidad de la «masa fálica» que representa simbólicamente su vástago en sus brazos, con el “pretexto” de prodigarle cuidados necesarios. Mientras que con su partenaire experimentan menores placeres cuando las abraza y acaricia.
Estas mujeres raramente experimentan orgasmo durante el coito, mientras que el contacto del cuerpo de su niño lactante se los puede procurar en ocasiones; estas madres resultan ser pederastas consciente o inconscientemente hablando.
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