Aunque la vida en común en pareja por largo tiempo puede conducirla al deterioro, también es cierto que no siempre resulta ser que el paso de los años actúe de manera destructiva.
La búsqueda de reactivación de los conflictos pasados para curar heridas puede resultar exitosa, si el amor se conserva a pesar de la agresión mutua, tendrán siempre mayor probabilidad de éxito quienes han llegado al matrimonio enamorados; la supervivencia de la pareja puede sacar a luz la naturaleza fantástica, exagerada, de los miedos inconscientes que rodean la agresión reprimida o disociada.
«Poder atacar al partenaire de modo sádico y presenciar la supervivencia de su amor a pesar de todo; poder experimentar en uno mismo la transición desde la ira y la desvalorización implacables a la culpa, el duelo y la reparación, resultan ser todas esas experiencias de un valor incalculable para la cada partenaire para proseguir el camino juntos».
Cuando la convivencia íntima y el placer sexual incorporan los esfuerzos reparadores vinculados a esa toma de conciencia: “culpa y preocupación por el otro”; la excitación sexual, el erotismo y la emoción se acrecientan, junto con el compromiso responsable de la pareja con su vida compartida.
Después de cierta edad, la fidelidad al otro se convierte en fidelidad al mundo interno. La conciencia cada vez mayor de que la muerte limita todas las relaciones destaca la importancia de ese mundo interno.
La negación de la propia muerte personal se ve limitada por la conciencia de que, en algún punto, la vida conjunta de la pareja necesariamente habrá de terminar, lo que inicia un proceso de duelo que también enriquece la vida compartida y la ulterior a la muerte del partenaire amado. El cónyuge sobreviviente de la pareja carga con la responsabilidad de continuar con su vida. La mujer cuyo esposo ha muerto, después de traspasar el doloroso proceso de duelo se une a otra pareja y con eso le vuelva a dar un significado a su existencia.
Be First to Post Comment !
Publicar un comentario