“La mujer hará del amor «el asunto de su vida», exigirá siempre ser adorada, y su queja permanente será la pérdida del romanticismo inicial de la pareja”.
Los argumentos que propone el psicoanálisis para sustentar y probar la prevalencia de la estructura narcisista en la mujer son los siguientes:
1.-Prefiere ser amada a amar (Sigmund Freud);
2.- Carácter concéntrico (centrada en sí misma); (Bela Grunberger);
3.- Capacidad de gozar de sí misma, autosuficiencia que fascina al hombre (Sigmund Freud);
4.- Clítoris, zona erógena principal típicamente narcisista, no sirve nada más que para el placer, contrariamente al pene, que al mismo tiempo que es fuente de placer es de reproducción y órgano de micción, sin hablar de sus significaciones inconscientes energéticas (Bela Grunberger),
5.- Narcisismo flotante, no integrado, no saturado, "que es patrimonio de las mujeres, ciertamente hay hombres narcisistas que presentan esta clase de narcisismo, pero de alguna manera se encontrará en estos hombres una importante componente femenino" (Bela Grunberger).
Ahora bien, ¿cuáles son las razones que se esgrimen para explicar este desnivel entre la pulsión* y el narcisismo? Se pueden agrupar de la siguiente manera:
a) Déficit pulsional primario. Se ha atribuido a todo tipo de razones la frecuente frigidez de la mujer, desde «debilidad de la energía libidinal» (Marie Bonaparte); «inhibiciones constitucionales» (Helene Deutsch); pasando por la ya consabida bisexualidad más acentuada en la mujer que en el hombre, hasta confusiones graves entre frigidez y «espiritualidad» (Helene Deutsch).
b) Peculiaridades en el desarrollo psicosexual: inadecuación estructural del objeto anaclítico** como objeto erótico y, como consecuencia, la relación madre-hija será inevitablemente frustrante y ambivalente (Bela Grunberger, Janine Chasseguet-Smirgel); falicismo*** infantil (innato, alto monto de bisexualidad) devaluado en el descubrimiento de la falta de pene en ella y la madre; hombre fallido (Sigmund Freud, Jacques-Marie Émile Lacan).
Como consecuencia de esta desigualdad narcisista tan dolorosamente vivida, la niña deseará, en un incesante desplazamiento, una confirmación narcisista por parte del hombre, fundamentalmente en el amor.
Hará del amor «el asunto de su vida», exigirá siempre ser adorada, y su queja permanente será la pérdida del romanticismo inicial de la pareja, momento cumbre del agasajo, la lisonja, la sobrevaloración en que la ubica su enamorado. ¿Por qué el amor compensa mejor el colapso narcisista de la mujer que la sexualidad? ¿Por qué la sexualidad, el Goce, no se halla frecuentemente investido, es decir, por qué sólo la mujer que es amada obtiene en su inconsciente algo que equivale a la posesión del falo, y esta representación no se origina a partir de un buen orgasmo? Es que el goce sexual es demasiado real y concreto para despertar la fantasía, y el deseo —su fuente— necesita de un plus no realizado? ¿Por qué, entonces, son tan frecuentes los fantasmas de megalomanía fálica en los hombres después de una buena conquista y desempeño sexual? Estamos en presencia de un inconsciente que funciona con una legalidad diferente o con contenidos diferentes para mujeres y hombres. La teoría psicoanalítica ha sido renuente hasta el momento en escuchar y tener en cuenta el discurso feminista, se lo conoce, pero sus enunciados permanecen si no censurados, al menos neutralizados.
* En el psicoanálisis, la pulsión es la energía psíquica profunda que dirige la acción hacia un fin, descargándose al conseguirlo. El concepto refiere a algo dinámico que está influido por la experiencia del sujeto, psíquicamente hablando. Esto marca una diferencia entre la pulsión y el instinto, este último es congénito (se hereda por la genética).
** Anaclítico: Adjetivo, dícese del niño que depende de los cuidados maternos.
*** La palabra falicismo se refiere a una cierta actitud referida al pene. También se refiere a cualquier objeto que se asemeje visualmente a un pene o actos similares refiriéndose a estos símbolos como «algo fálico». Jacques-Marie Émile Lacan relaciona la falta de objeto con el falicismo y como categorías de la falta sitúa a la castración, la frustración y la privación.
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