Toda teoría parte de algún supuesto fundamental que se trata de demostrar. Ahora bien, las teorías infantiles son erróneas por dos motivos, porque en su psiquis predomina la «Ley del Deseo sobre la de la realidad» y por «insuficiencia de conocimiento», déficit que es completado por el saber a disposición del niño (coito oral, parto anal por poner algunos ejemplos). Sin embargo, Sigmund Freud nos señala sobre el hecho de que todas las teorías infantiles contienen alguna parte de verdad.
¿Cuál es el núcleo de verdad que encierra la teoría de la madre fálica?
Si se deben medir los efectos estructurantes que en el niño tiene el descubrimiento de la sexualidad adulta, coincidimos con Jacques-Marie Émile Lacan en que el factor central sobre el que se reorganizará la psique infantil será el advenimiento de la noción de “castración materna”. Lacan, a quien le debemos el haber rescatado la teoría de un realismo simplista, ubicando el “Complejo de Castración” en una dimensión intersubjetiva —que articula la teoría freudiana del deseo y del narcisismo—, reformuló el narcisismo primario en términos de la dupla madre fálica-niño falo ¿Qué significa esto?
El niño, engañado por su desconocimiento de la naturaleza sexual de la relación entre los padres y por su propio deseo de ocupar el lugar de único objeto del deseo de la madre, mantiene la creencia, durante un período idílico de su existencia, de «ser todo lo que la madre desea». Este supuesto infantil es teorizado en términos de hijo-falo, ya que el niño se ubicará en el lugar de lo que a la madre le falta, constituyéndose así la trama imaginaria del narcisismo primario.
El acento recae no tanto en la fusión del niño a la madre, o en la creencia de posesión del pecho, sino en que el sentimiento de plenitud, de omnipotencia, provendría de la ilusoria ubicación: «para agradar a la madre es preciso y suficiente con ser un niño» (la teoría sustituye niño por falo, lo que no significa que esta sustitución ocurra en la fantasía del mismo). Por otra parte, la madre, marcada por su propia estructuración edípica, será la fuente de esta ilusión, ya que el hijo completará, por mediación simbólica, lo que a ella le falta. «Este encuentro de ambos deseos sella la célula narcisista primaria».
Posteriormente, el niño asistirá al descubrimiento de la sexualidad, y sufrirá dolorosamente sus efectos: su destronamiento del lugar que creía ocupar, él no es todo para la madre —en términos del psicoanálisis no es su falo—, pero también descubre, y a esto obviamente se resiste, que a la madre también le falta algo, ella no es «un todo», ella está castrada, no tiene pene. La “angustia de castración”, si bien su fantasmática compromete al pene, en realidad es efecto de una transformación fundamental del narcisismo infantil: el niño comprende que el deseo de la madre
no es ley, «el deseo de cada uno está sometido a la ley del deseo del otro». A partir de esta transformación, la “angustia de castración” se diferencia de la “angustia de separación”, pues en la separación del niño de la madre, o de las partes de su cuerpo, la creencia en la omnipotencia materna no se ve afectada, mientras que esto es lo esencial en la “angustia de castración”. En este punto se instalará la teoría sexual infantil sobre la «madre fálica», y ofrecerá dura resistencia a ser desalojada: el niño insistirá en la posesión del pene por parte de la madre (renegación desde el punto de vista del psicoanálisis), porque de esta manera conservará intacto el postulado de la «Ley del Deseo».
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