Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 29 de mayo de 2017

La feminidad inicial.

Robert Jesse Stoller fue el prímer psicoanalista que reconoció la importancia de distinguir entre «sexo» y «género», por lo que su obra está dedicada a introducir y desarrollar el concepto «género» en la teoría psicoanalítica. Sus aportaciones teóricas sobre el desarrollo de la “Identidad de Género” supusieron una revolución dentro del círculo psicoanalítico y un medio de difusión para que esta categoría fuese tenida en cuenta en el ámbito de las ciencias sociales.
Stoller rebatió algunas de las teorías de Sigmund Freud sobre el desarrollo de la masculinidad y la feminidad. Por ejemplo, estuvo en total desacuerdo con la teoría de la masculinidad innata. Como señala Élisabeth Badinter, Freud reduce la bisexualidad originaria al primado de la masculinidad, Stoller sugiere en cambio que dicha bisexualidad originaria se reduce al primado de la feminidad, siendo así el primer psicoanalista que utilizó el concepto «protefeminidad» para referirse a esa primera etapa de la vida en la que se da un Ideal del Yo primario femenino en ambos sexos, resultado de la identificación especular, debida a la simbiosis madre-infante.
Al ser la progenitora quien realiza las labores de maternaje, se erige en el Ideal del Yo temprano, tanto para el niño como para la niña, estableciendo para ambos sexos una teoría preedípica de la feminidad y provocando diferencias en el proceso de separación-individuación.
Los niños (macho) necesitarán separarse de la madre para poder desarrollar su masculinidad, mientras que para las niñas (hembra) su feminidad no dependerá de que logren dicha separación. Desde esta perspectiva, Stoller difiere de la argumentación defendida por Freud sobre el carácter primario de la «envidia del pene». Para él, ésta no es sino secundaria dado que la niña (hembra) ya ha establecido su “Núcleo de Identidad de Género” antes del reconocimiento de la diferenciación genital, sin vivir conflicto intrapsíquico alguno o al menos no tan drástico como lo supone Freud.

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