Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 29 de mayo de 2017

El poder del primer objeto de amor: la madre.

Robert Jesse Stoller dedicó gran parte de su investigación a estudiar los orígenes del Núcleo de la Identidad de Género, motivado por el psicoanálisis de la dinámica y la vinculación familiar en los casos de transexualismo, se centró en los diferentes elementos que contribuyen a su formación.
A medida que aumentaba el número de familias tratadas, fue haciendo más complejo y matizando su psicoanálisis evolutivo sobre esta convicción básica, hasta llegar a la conclusión de que la Identidad de Género: “Es el resultado de tres clases de fuerzas: biológicas, biopsíquicas e intrapsíquicas, que responden a los requerimientos ambientales y, en especial, a las actitudes parentales y sociales”.
«La Identidad de Género se produce fundamentalmente por las experiencias vividas a partir del nacimiento». Sus estudios con sujetos transexuales y hermafroditas le confirmaron la influencia decisiva que los factores posnatales, y en especial el poder de la madre —como objeto primario, anaclítico y narcisizante— que tiene por encima de la biología.
Stoller considera que las fuerzas biológicas (anatomía y fisiología genital externa), originadas en el período prenatal y procedentes de los diferentes determinantes del sexo, juegan un papel en la Identidad de Género como condición previa, destacándose dentro de los factores biológicos como una de las fuentes de la futura identidad genérica.
Igual que John William Money, Stoller considera que la apariencia genital externa es el primer criterio a partir del cual se inicia el proceso de atribución del género. Los genitales externos sirven como signo para adscribir al recién nacido a un sexo determinado, y facilitan la construcción de una imagen corporal que refuerce progresivamente dicha identidad. «En un desarrollo normal, la biología refuerza la Identidad de Género; sin embargo, en casos de transexualismo o en aquellos donde se produce una alteración por un síndrome cromosómico, gonadal u hormonal, ésta puede verse subyugada por la convicción y las actitudes parentales». Para Stoller, las fuerzas biológicas tienen un papel moderado y reversible, menor que el poder que ejercen los factores biopsicológicos y las fuerzas ambiental intrapsíquicas.
Un segundo tipo de factores que destaca Stoller en la formación de la Identidad de Género son los fenómenos biopsicológicos: “Son los primeros efectos posnatales causados por la manera habitual de tratar al niño —el condicionamiento, la impronta y otras formas de aprendizaje—, que especulamos modifican permanentemente el cerebro del niño/a y los comportamientos resultantes, sin que los procesos mentales de éste le protejan de tales estimulos sensoriales»".
Este factor está relacionado con lo que Stoller llama las fuerzas ambientales-intrapsíquicas, tercera fuente esencial en el establecimiento del Núcleo de la Identidad de Género. Esta tercera categoría alude tanto a los efectos de modelado (premios y castigos) como a los efectos del trauma, la frustración y el conflicto, así como a los intentos del sujeto por solucionarlos. Aunque estos dos últimos factores se refieren a las relaciones paternofiliales, Stoller prefiere distinguirlos para enfatízar la naturaleza no mental de las fuerzas biopsicológicas que se desarrollan a través de los cuidados vitales, conscientes o inconscientes. «Aunque la masculinidad y la feminidad puedan tener unas raíces biológicas, en su mayor parte son fruto de las experiencias de aprendizaje (impronta, condicionamiento clásico, operante y visceral) y de las modificaciones que resultan de la frustración, el trauma y los conflictos intrapsíquicos y los intentos por resolverlos».

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