Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 29 de mayo de 2017

La efímera felicidad.

Sigmund Freud se pregunta ¿Cuál es la aspiración de los hombres? ¿Qué esperan de la vida? ¿Qué pretenden alcanzar en ella? Su respuesta es que aspiran a la felicidad. Esta aspiración tiene dos fases, un fin positivo y otro negativo; por un lado evitar el dolor y el displacer; y por el otro, experimentar intensas sensaciones placenteras. Lo que en sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de “necesidades acumuladas que han alcanzado una elevada tensión”, y de acuerdo con esta característica sólo puede darse como un fenómeno episódico. Por ejemplo haber concluido los estudios académicos, lograr el primer lugar en una competencia deportiva, lograr un ascenso laboral, terminar de educar a los hijos, etcétera. Así, nuestras facultades de felicidad están ya “limitadas” en principio por nuestra propia constitución.
En cambio, es mucho más fácil experimentar la desgracia. El sufrimiento nos amenaza permanentemente por tres lados, desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y la aniquilación por la enfermedad o la vejez ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; el mundo exterior, capaz de encarnizarse sobre nosotros con sus fuerzas destructoras e implacables; y las relaciones vinculares con otros seres humanos. El sufrimiento que emana de esta última fuente es donde proviene, con mayor frecuencia, la queja del sujeto, desde que nace hasta que muere, algo tan ineludible como el destino.
Para la evitación del sufrimiento, ya sea de manera inmediata o incluso como medida preventiva son las que tratan de influir directamente sobre nuestro propio organismo, el más efectivo de los métodos destinado a producir esta modificación, es por medio de una intoxicación química: que puede ir desde una aspirina hasta la heroína. Se atribuye tal carácter benéfico a la acción por el consumo de estas sustancias tóxicas porque mantienen una lucha contra el displacer y previenen una miseria psíquica aunque al mismo tiempo vaya en detrimento de su salud (efecto Farmakon). Los sujetos como los pueblos le han reservado —a estas sustancias tóxicas— un lugar privilegiado y permanente en su economía libidinal. No sólo se les reconoce el efecto para disminuir el displacer casi de manera inmediata, sino también una muy anhelada medida de independencia frente al mundo exterior: “Los sujetos conocen que con este «quitapenas» siempre podrán escapar al peso de la realidad —aunque sea por periodos de tiempo y a la costa de su salud— refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones y de alguna cierta manera brinde equilibrio a su estructura intrapsíquica”.

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