Es normal que las escenificaciones que sucedieron entre padre-hij@ o madre-hij@ interactúen posteriormente en la vida adulta en la relación afectiva del sujeto con su pareja de manera moderada pero en caso de agravarse pueden desencadenar conflictos que afecten de manera significativa en vínculo.
Esto se puede ilustrar cuando el marido de manera inconsciente cambia su rol de varón dominante, excitado y activo sexualmente que penetra a su mujer y escenifica simbólicamente al padre que ama y acepta carnalmente a su esposa, por el rol del niño satisfecho que ha sido alimentado por la madre (simbólicamente representada por su cónyuge) que le brinda ella su orgasmo. Él puede entonces convertirse en el niño dependiente de una esposa maternal que le da de comer, que lo atiende, lo duerme, lo mima, etcétera; en otro momento este mismo marido adopta el rol simbólico de padre con una hija dependiente (representada por su esposa), arreglando un apagador de luz, cosa que ella no puede hacerlo (o finge no saberlo).
También es posible que la esposa cambie su rol de partenaire activamente sexual por el de hija dependiente de una madre sobreprotectora, o por el de esposa maternal que alimenta a su hombre-niño. Asimismo, puede convertirse en la niña que se siente culpable por haber sido seducida sexualmente por un padre sádico (representado simbólicamente por su cónyuge), o fantasear durante el coito que es "violada", confirmando de este modo su falta de culpa por el placer sexual que siente; quizá se exhiba avergonzada, expiando así su temperamento erótico, mientras obtiene la gratificación de ser admirada por el hombre que la ama.
Un hombre-niño gobernado por la culpa que sufrió los regaños de una madre perfeccionista puede llegar a la edad adulta comportándose como un «infante envidioso» que observa los misterios, las preocupaciones y los intereses femeninos adultos con gran detenimiento. O quizá se resienta por la dedicación de su esposa a su profesión o al cuidado de su bebé, en cuanto él mismo se siente un niño desatendido, esto a su vez puede ser la antítesis del resentimiento inconsciente de la mujer por el éxito profesional del marido, debido a que ese éxito reactiva en ella la envidia temprana que sintió hacia los hombres.
Estas y otras escenificaciones de roles pueden resultar mutuamente gratificantes porque expresan al mismo tiempo amor y odio, la integración de la agresión en una relación amorosa. Pero a veces esas colusiones inconscientes se derrumban, en cuyo caso la agresión quizá se exprese a través de la "fijación" inconsciente del Yo y el partenaire sexual en roles particulares que conducen a los guiones típicos, como material consciente, del conflicto marital crónico: la mujer dependiente, que se aferra, hambrienta de amor, y el hombre narcisista, indiferente y
egocéntrico; la mujer dominante, poderosa y controladora que quiere como partenaire a un hombre adulto y se siente frustrada por la decisión de tomar por marido a alguien que representa un niño inseguro, berrinchudo, etcétera; la dificultad que padecen los cónyuges para percibir y hacer conciencia de estos severos conflictos en la relación, provoca que se perpetúen.
Se suele observar durante el psicoanálisis del caso común del hombre con “hambre de sexo” que no comprende el interés sexual limitado de su esposa y sobre todo las atenciones sentimentales que ella necesita. Y desde luego, el partenaire culpable y el acusador en todas sus variantes.
La fijación de roles rígidos suele reflejar la escenificación de guiones disociados subyacentes y la incapacidad de aceptar las funciones de la discontinuidad relacionadas con la culpa proveniente del Complejo de Edipo en la infancia.
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