En el fondo el sujeto resulta ser más hipócrita de lo que se percata, hablando siempre por encima de sus posibilidades ante aquellas personas con las que se desenvuelve; esto indica que el Superyó, con toda su fuerza parasitaria, irrumpe en estos tiempos modernos.
Ahora bien, la verdadera fuerza conservadora —esa que impide una transformación radical— la que en suma, sostiene la hegemonía del capitalismo, no se encuentra únicamente en la ideología manipuladora de los medios de comunicación masiva, ni en las invasivas leyes de mercado, entre otras. Todo esto cumple su función, desde luego, pero sería insuficiente si no se entendiera —gracias al pensamiento de Sigmund Freud— que una civilización se sostiene fundamentalmente en la propia estructura psíquica «turbulenta» del sujeto que le impide avanzar.
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