El lenguaje y la gramática.
Los psicolingüistas en conjunto con los neurólogos han descubierto que ciertas neuronas especializadas en el registro de sonidos degeneran si no son utilizadas a tiempo durante el aprendizaje; por ejemplo si el infante no escucha ciertos sonidos durante sus primeros meses o años de vida, no sólo los distinguirá mal a partir de entonces, sino que además ni siquiera podrá pronunciarlos el resto de su vida. En efecto, en función de los sonidos escuchados, algunas neuronas prosperarán, mientras aquellas que habrían podido recibir sonidos caen en desuso.
Es conocido el argumento que formuló Avram Noam Chomsky a favor del innatismo de la gramática: “la pobreza de estímulos”. Este autor explica que nadie enseña gramática a los niños, por lo que resulta ser innata.
Pero ¿como no ver, por el contrario, la potencia extrema del estímulo que constituye el deseo del Otro? La gramática da la impresión de ser innata, porque aparece armada una vez que la represión de ese deseo se lleva a cabo. En el intercambio el niño es inicialmente reconocido como objeto por el Otro: ¡Mira mi bebé! ¡Te presento a mi nena! Y el primer acto de este sujeto, radica en buscar liberarse de ese Otro hablando en su propio nombre, diciendo “Yo”. Al hacer esto reprime, el deseo del Otro, que lo quería como objeto, como “él”. El niño pasa así del “él” al “Yo”.
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