Al explicar la psicopatología de la mujer perversa, Wladimir Granoff y Francois Perrier, refieren que el desdoblamiento del Yo provocado por la «cirugía estética» tiene efectos profundos y permanente en la personalidad de la mujer. Según estos autores: “[…] La mujer se convierte en «fetiche para sí misma», dotada como todos los fetiches, de un significado sexual siendo a la vez totalmente inadecuada para el propósito sexual normal. Es su cuerpo fetichizado el que tiene relaciones sexuales con un hombre siempre instrumental, y siempre rechazado desde el momento en que intenta asumir, en el nivel simbólico, su filiación fálica y su relación con la Ley (en el tú eres mi mujer). En estas relaciones heterosexuales es donde este tipo de mujer encuentra su único modo de defensa posible contra una homosexualidad latente”.
Este complicado mecanismo surte efecto en las mujeres que se someten a la cirugía estética. Estas féminas ponen barreras contra su individuación al sentir que con ello podría poner en peligro su propia sensación de
supervivencia. Es sorprendente que estas mujeres no pueden experimentar como suyos ni su mente ni su cuerpo, de hecho, tienen la sensación que ni siquiera les pertenece.
Desprecian absolutamente su cuerpo y sus formas, lo que las conduce a actuar de forma perversa, ejerciendo una venganza contra su propio género, y sacrificar su aspecto corporal por sus propios designios perversos e inconscientes. En un grado severo, las mujeres que se someten a cirugías estéticas continuas, llegan a no reconocer nada de su cuerpo como propio.
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