Han acudido a psicoanálisis mujeres perversas que hablaron sobre sus comportamientos que mantuvieron con sus hijos, en los cuales abusaron de su poder y control mediático sobre ellos. Hemos de hacer hincapié en que la salud de la madre, como primer objeto de amor, es fundamental para un sano desarrollo de sus hijos.
Esta lección la aprendemos de Ralph R. Greenson, que describe su trabajo realizado con un niño de cinco años y medio, transexual y travestido, este autor señala: “Considero que la certidumbre de las mujeres sobre su identidad de género y la inseguridad de los hombres con respecto a la propia radican en una identificación temprana con la madre [...]. La madre puede promover o entorpecer la desidentificación, lo mismo que el padre en el proceso de contra identificación [...]. El niño debe intentar renunciar a la seguridad y al placer de la intimidad que le concede la identificación con la madre, y debe formar una identificación con el padre mucho menos accesible […]. ««La madre debe estar dispuesta a permitir que el niño se identifique con la figura del padre”»» si no da la pauta es ineficaz la figura paterna. Estas ideas fueron inicialmente propuestas por su contemporáneo Robert Jesse Stoller en el mismo sentido, sobre el trastorno de identidad de género como precursor de la perversión.
Phyllis Greenacre y Margaret Schoenberger Mahler, han destacado la importancia del papel del padre en el momento de ayudar al niño a resolver la simbiosis con su madre. El padre de la separación y de la individuación se convierte por ello en facilitador del proceso de separación-individuación. Hans Loewald considera la función del padre como una fuerza positiva, impulsora y sustentadora para el niño preedípico contra la amenaza de un reengullimiento por parte de la madre: “La postura paterna contra esta amenaza de engullimiento materno no supone otra amenaza u otro peligro sino un apoyo de poderosa fuerza”.
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