Jacques-Marie Émile Lacan plantea que en la relación madre-hijo es conveniente que el deseo no sea único, es decir que el deseo de la madre no quede colmado por la presencia del hijo, que siempre quede algo de la mujer. Cuanto más colma el hijo a la madre, paradójicamente más la angustia. Una madre que queda colmada por su vástago no desea o desea muy poco como mujer.
El concepto “Deseo de la Madre” o “Deseo Materno” es utilizado en psicoanálisis de orientación lacaniana, con al menos una doble significación: designa tanto al deseo que una mujer tiene por un hijo como el que el infante tiene por su madre.
Desde el lado del infante el deseo que tiene respecto a su madre se entiende: la madre es la que le proporciona el primer alimento y los primeros estímulos, incluidos los estímulos afectivos: genéticamente todo ser humano neonato requiere de estímulos afectivos positivos o benignos proporcionados por una mujer que cumpla la función materna, y al nacer debe continuar el bebé con dichos estímulos, si esto no sucede la criatura suele fallecer. Tal falta de estímulos benignos por parte de la madre provoca la afección llamada hospitalismo.
Desde el lado de la madre, el tener un hijo es algo que suele darle una sensación de completud (y así de felicidad), tal sensación se explica en psicoanálisis mediante el Complejo de Edipo.
El Deseo de la Madre es entonces vital para la constitución intrapsíquica del sujeto. Si bien todo debe tener su mesura, así como la especie humana requiere genéticamente de la función materna, asimismo requiere de una función complementaria, decisiva y vital: la Función Paterna que límita al Deseo Materno, produciendo un clivaje y separando a la madre de un excesivo apego con su hijo.
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