Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

miércoles, 24 de mayo de 2017

La determinación del toxicómano.

La impotencia ante la compulsión del consumo de sustancias tóxicas es un aspecto de crucial importancia en el desarrollo de la cura del toxicómano. Aquello que inhibe esta compulsividad se encuentra enraizado en la amenaza Superyoica del desamparo o la pérdida de afecto por el otro generándose una situación de displacer que dispara el consumo del tóxico como medio para la cancelación del dolor de su existencia.
Las fijaciones a las que nos referirnos se concentran en el "Yo Ideal", en tanto núcleo del narcisismo más primordial. En su constitución se encuentra comprometido en parte el “Otro Materno”, con el cual el infante se siente “completado” ante la indefensión que siente en sus primeros momentos de la vida.
Siendo el peso de este “Ideal” lo que ancla al sujeto en situaciones de repetición, por intermedio de las cuales se asegura la continuidad de ese vínculo con el Otro Materno, alejando el peligro que acarrearía su pérdida; pérdida que, en última instancia , se refiere al reconocimiento de la castración del Otro.
Uno de los mayores obstáculos en la «cura» del toxicómano proviene justamente de esta particular fijación vincular con este Otro. Por esto, cuando el psicoanálisis comienza a producir un cuestionamiento de esta situación, y emergen en el paciente los anhelos postergados, se desencadenan diferentes modos de intentar neutralizar esta emergencia. Generalmente con esto se recurre nuevamente al consumo de substancias tóxicas, como medio de esterilización del acto a producir, como condición necesaria para modificar la situación y entonces posibilitar la concreción de los anhelos; también vemos frecuentemente que el toxicómano puede tener fantasías de muerte o verse reflejado en pesadillas en torno a Tánatos. Observamos por otro lado a las «madres sacrificadas» quienes han hecho del cuidado y vigilancia de su hijo toxicómano el “Goce” de su queja y el sentido de sus vidas.
Las características de los toxicómanos, que es como un común denominador de la variada gama de cuadros psicopatológicos, en los cuales se desarrollan manifestaciones adictivas, es fundamentalmente un déficit de su narcisismo, con su correlato de una falencia en la constitución del Yo. Su manifestación son fenómenos descritos como “déficit del control impulsivo”, “labilidad emocional” e “intolerancia a la frustración”; son tributarios de éste fallido narcisismo, a partir del cual se determina una debilidad estructural que transforma los avatares y circunstancias de la vida cotidiana en importantes y graves amenazas; las cuales ponen en riesgo al toxicómano, quien se encuentra inerme ante el desarrollo de la angustia, pudiendo quedar avasallado por ella y produciendo el «pasaje al acto» (volverse a drogar) como ejercicio de la defensa.
Ahora bien, no es que no tenga “determinación” el toxicómano pues esta se verifica constantemente. ¿Cómo entenderla? A simple vista pareciera que no la posee pero en la práctica psicoanalítica asistimos al hecho de la “determinación”, aunque resulta bastante confusa explicarla. Desde el punto de vista etiológico lo específico de la “determinación” del sujeto parece que tiene que ver con el hecho de que sus primeras experiencias con el desamparo, la satisfacción y el rechazo acontecieron primordialmente con su madre, o quien le dio los primeros cuidados, esto le constituyen como sujeto que responde así, en la repetición, a cada manifestación de desamparo, de satisfacción o de rechazo, con un estilo característico e irrenunciable, pues se trata de su propia subjetividad.
El sujeto basa su vida en el hecho de existir e importarle para alguien, tal “determinación” lo posiciona como sujeto concreto. Esta “determinación” subjetiva por la angustia y el desamparo lo convierten en extraordinariamente manipulable por el tóxico, por la presión social y por las relaciones de poder que se basan en la servidumbre por el afecto, es decir, por temor a la soledad. El desamparo de la infancia y la angustia en la adultez terminan siendo sinónimos para el toxicómano.

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