Una vez que se ha distinguido con claridad el Ideal del Yo del Superyó en el desarrollo psíquico del sujeto se vuelve posible comprender muchas cosas que permanecían oscuras en la teoría psicoanalítica. Una inteligencia correcta del Ideal del Yo devuelve al concepto psicoanalitico de narcisismo algo de su acepción popular de autoestima. El narcisismo es el estado de plenitud arcaica en que el Yo hace las veces de su propio Ideal según la formulación de Janine Chasseguet-Smirgel, siguiendo la sugerencia anotada por Sigmund Freud en su ensayo «lntroducción del narcisismo». Chasseguet-Smirgel ve en el Ideal del Yo el heredero del narcisismo primario, a saber, el heredero de la ilusión infantil de omnipotencia y de los sentimientos de dicha asociados a ella. La separación de la madre perturba la autoestima porque obliga al niño a hacerse cargo de su propia debilidad e independencia: la distancia entre el Yo y el Ideal del Yo, que durante el resto de nuestra vida nos esforzaremos en salvar.
Chasseguet-Smirgel deja en claro que las heridas narcisistas de alguna manera se reducen a esta injuria de nuestra autoestima. A medida que el niño alcanza una percepción clara de su situación dependiente y desvalida en el mundo, se resquebraja su ilusión de encontrarse en una fusión perfecta con la madre y el ambiente. Es este descubrimiento de la frontera entre el Yo y el no-Yo lo que abre los ojos del niño sobre su dependencia de fuentes externas de cuidado y nutrición. La experiencia original de contenido basada en la ilusión de una autosuficiencia absoluta y, al mismo tiempo, de una unión beatifica con el mundo, deja paso a un penoso sentimiento de inferioridad. Pero el recuerdo del contenido y la grandiosidad primordiales persiste en la forma de una concepción ideal del sujeto, el Ideal del Yo, con arreglo al cual procura modelarse el Yo en desarrollo. Si se le suele considerar equivocadamente un simple modelo de rol que se basaría en las imágenes interiorizadas de los padres y de otras autoridades, el Ideal del Yo —según lo expone Chasseguet-Smirgel— tiene su origen en las experiencias más tempranas y encarna "el deseo humano de retornar al seno materno". Los introyectos parentales idealizados sirven después como otros tantos recordatorios de aquella perfección perdida. Según Chasseguet-Smirgel de la evolución humana en su conjunto brota la nostalgia de un paraíso perdido en todos nosotros, estamos siempre "en busca del tiempo perdido". Esta inextinguible añoranza de un ideal de felicidad inalcanzable —la enfermedad de idealidad— es la base de los logros humanos más excelsos así como de las formas más degradadas de la locura. Su vigor y persistencia dan testimonio de la prematurez de la criatura humana, que Chasseguet-Smirgel siguiendo a Freud, considera como el hecho que preside toda la vida anímica.
El niño llega al mundo demasiado pronto, con ambiciones que sus capacidades físicas no sustentan. La prematurez del ser humano, que se sitúa en el origen de la formación de un Ideal del Yo, probablemente imprima características especificas a nuestra vida pulsional. Gobierna la traducción de las necesidades corporales al registro del deseo. Convierte el placer en algo más que una simple descarga de tensión y es que la satisfacción pulsional concurre al mismo tiempo a reducir la distancia entre Yo e Ideal del Yo. Pero su unión perfecta es simplemente inalcanzable y por eso el deseo queda siempre insatisfecho.
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