En el psicoanálisis vemos a sujetos que el sólo hecho de observar una “parte prohibida” del cuerpo de su pareja puede llevar por un lado a una relativa disminución del apetito sexual, y por el otro lado a sensibilizar las demás cualidades sensoriales. El hacer predominar una cualidad sensorial en detrimento de las otras se debe en muchos casos a que precisamente las cualidades relegadas fueron objeto de represión, por estar asociadas a emociones o acciones que se prohibieron durante la infancia por los padres o educadores, de manera directa o indirectamente, mismas que dejaron un trauma profundo en el sujeto; un ejemplo común de esto, es evitar el fellatio o cunnilingus por razones de olor y sabor que pueden sentir al practicarlo.
Ahora bien, el amante «normal» ve a su objeto con gusto, el contacto le causa placer, los besos le agradan, el olor específico de su pareja le encanta, las caricias le estimulan y su voz tiene para él un sonido maravilloso, en una palabra, ama con los cinco sentidos. Y si somos aún más profundos a éste respecto, podríamos decir que en toda relación amorosa madura, el intercambio sexual resulta ser inoloro e insaboro porque jamás le causa repugnancia el contacto intimo con su partenaire.
Hay que señalar enfáticamente, para no desvirtuar la naturaleza del fetichismo, que todo ser humano tiende a ser fetichista; es decir, si alguien le gustan las mujeres con senos exuberantes y sólo busca mujeres de ese tipo, no por ello es fetichista, ya que esto representa una de las innumerables variantes sexuales que existen. El fetichismo «normal» facilita la posesión de la mujer e incluso intensifica la libido, otorgando mayor predilección a determinadas zonas erógenas que hacen más valiosa la posesión de la mujer; pero por el contrario, el fetichista patológico percibe como una apremiante necesidad el fetiche para llegar al coito; catalogándolo como un factor principal; con el fetiche «suplanta» a la mujer, y por consiguiente la desvaloriza en todo momento, de manera consciente o inconsciente.
El fetichista patológico por lo regular tiene como fetiche una zona que le corresponde de igual manera a la propia, por decirlo de alguna manera, les fascina en el otro lo que les encanta en si mismos, obtienen la libido únicamente en aquellas zonas cuya excitación produce la libido en ellos también.
Generalmente los fetichistas patológicos tienen múltiples parejas, incluso pueden llegar a la promiscuidad, y con ello expresan un “Donjuanismo” o al menos se encuentra latente en ellos, aunque esto los lleve a estar en pugna con su moral.
El fetichista es un “Don Juan”, o tiene al menos los secretos íntimos de serlo, en lugar de conquistar mujeres puede optar por coleccionar artículos: ropa interior, cabellos, fotografías, videos, etcétera. Pero con el tiempo el objeto del fetiche pierde su fuerza e interés, y entonces busca ávidamente otros o artículos para volver —después de algún tiempo— al primero, como hace el Sultán con su harén, donde siempre tiene una favorita.
En todos los casos de fetichismo patológico parece regir la fidelidad a la zona corporal o a la prenda, y esta se expresa en el momento de la relación sexual, donde la masturbación se hace manifiesta en la fricción constante y permanente con esa parte erógena de su devoción, evitando casi de manera completa el coito, entonces la fantasía que conlleva el fetiche obtiene el goce anhelado, y en consecuencia el contacto intersubjetivo con la mujer ha sido sustituido.
El goce para el fetichista patológico puede sobrevenir también mediante el agotamiento de la masturbación, misma que puede incurrir muchas veces en un solo día porque la necesidad de repetir el acto onanista delata la ausencia de satisfacción con la pareja.
Es notable el impulso exhibicionista que sienten los fetichistas patológicos, encontrando en el estímulo de la masturbación en público, la enunciación de sus secretos. Todos estos sujetos sufren bajo la fuerza efervescente del secreto, escondiéndose con mucha timidez y viviendo en su mundo de fantasía, pero al mismo tiempo, otra fuerza los empuja a delatarse, a contar su secreto a todo el mundo.
Los actos impulsivos que realizan estos sujetos, es en una especie de estado crepuscular; suelen ser soñadores diurnos que borran los límites entre la realidad y la fantasía.
Por lo general los fetichistas patológicos llegan a tener una fijación desde su infancia con su naciente sexualidad, esto significa que los primeros acercamientos sexuales pueden contener un preponderante significado en su vida adulta para alcanzar el orgasmo. Esto lo podemos denotar fácilmente con los efectos que trae aparejado el consumo de bebidas embriagantes, cuando se destruye las inhibiciones y en consecuencia se liberan nuevamente los impulsos infantiles dejados tiempo atrás, con la apremiante tendencia a retornar al pasado por algún deseo no realizado, o con el afán de revivir alguna escena erótica vista por accidente entre sus familiares o del círculo social más allegado.
Estos sujetos oculta sus genuinas tendencias y las causas de su simbolismo sexual, aunque claman por su curación y prometen no volverlo a hacer más, en verdad no es así, fingen ese deseo de curación por cuestiones morales y sociables. Pero en el fondo están fijamente apegados a su fetiche y al símbolo que este representa que les proporciona ese exquisito goce, y cuando intentan realmente curarse puede llegar al extremo paradójico de convertirse en castos.