Social

"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

jueves, 12 de enero de 2017

El origen de la perversión (Tercera Parte).

Siguiendo a Margaret Mahler, Robert J. Stoller argumenta que la perturbación en el proceso de separación-individuación puede ser el origen que estimula la perversión en el desarrollo sexual posterior del niño. Tales perturbaciones generan ansiedad de simbiosis y un temor concomitante de que el infante no podrá permanecer separado de la madre. Esta ansiedad conduce a la construcción de defensas contra la sucumbencia a la atracción de fusionarse nuevamente con la madre, pues tal fusión despierta el temor en el sujeto masculino de que «perderá su identidad de género». Por lo tanto, sostiene que los rituales perversos en los hombres cumplen la función de elaborar y promover la separación. «Asimismo manifiesta que una característica esencial del acto perverso es preservar la masculinidad y un sentido de masculinidad». Además, en el adulto, la perversión, como formación de compromiso, logra un cierto equilibrio psíquico que surge del deseo contradictorio de fusionarse y permanecer separado de su objeto.
Stoller sostiene que la conducta aberrante puede definirse perversa si el acto está determinado por un trauma de la infancia inconscientemente recordado y siempre activo, o frustración con un conflicto resultante que debe ser continuamente resuelto, siendo la resolución el acto perverso. Las identificaciones contenidas en la perversión se nublan en la hostilidad que surge de los disturbios en el apego o relaciones de objeto, y el sujeto se vuelve hacia fuera para encontrar a una víctima para satisfacer su necesidad de venganza.
Stoller sugiere que tal motivación depende del sentimiento subjetivo del sujeto de haber sido victimizado, que por cierto es un rasgo caracterológico comúnmente encontrado en aquellos que presentan trastornos de identidad de género.
Stoller continúa sugiriendo que la inquietud que algunos hombres sienten por intimidar en términos emocionales y sexuales refleja la necesidad de levantar una barrera contra el deseo de fusionarse con la madre (ansiedad de la simbiosis) porque, como hemos visto, esta fusión produce temor por la pérdida de la identidad masculina. Esta dinámica podría explicar en parte los muchos hombres que no pueden vivir amorosamente con una mujer, excepto por períodos cortos, y para aquellos hombres que, después de tener relaciones sexuales, deben levantarse rápidamente, o sentirse ansiosos y molestos por la experiencia íntima realizada momentos antes. Y por el contrario, algunos hombres pueden utilizar una fuerte identificación femenina para defenderse de ser inundados o abrumados por la absorción o la ansiedad de separación.

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