Las investigaciones de Robert Jesse Stoller se centraron en los trastornos de la identidad de género, el transexualismo, el travestismo y las perversiones. Este autor sostiene que siempre hay un trauma en la historia del sujeto que presenta algún tipo de perversión, pero este trauma no es simplemente, como sugiere Sigmund Freud, la exposición a la realidad de la diferencia sexual genital sino el trauma tiene su origen en el ataque contra la sexualidad del niño en desarrollo; o bien el patológico vínculo madre-hijo y en consecuencia el conflicto para la separación-individuación de la progenitora y el infante; en esa misma postura describe a niños de género biológico inequívoco siendo vestidos o criados como miembros del sexo opuesto por los padres o educadores, además de ser ridiculizados e intimidados en relación con su identidad de género: ¡Eres un marica por llorar! ¡Los niños no lloran!...
Después de los traumas padecidos de forma «reiterada» durante la infancia, el sujeto siendo adulto comete el acto perverso como si este fuera una acción de venganza retrospectiva contra lo ocurrido en sus primeros años de vida
Desde el psicoanálisis podemos observar que el hombre transvestido se viste para obtener una excitación sexual, pero asimismo parece que quisiera imitar y convertirse en una mujer desde una posición caricaturesca, como si para el transvestido fuera la feminidad una simple parodia, como un gracioso juego de niños. De esta manera niega su masculinidad y asume la identidad de una mujer. Sin embargo, se trata de una recreación en la que se reescribe la historia: esta vez el hombre no queda como la víctima humillada, sino que a través de la sexualización transforma el trauma para culminarlo en un placer a su modo, que significa un triunfo manifiesto. Así, la víctima-niño se convierte en vencedor-adulto, el trauma se convierte en triunfo y el sufrimiento pasivo se convierte en venganza activa, generalmente en fantasía, pero a veces se promulga. Esto resuena con la idea de Sigmund Freud de que el fetiche permite al sujeto escapar por medio de la renegación de intolerables ansiedades de castración a una posición de control y triunfo.
Podríamos también añadir que el acto perverso sirve como una especie de repromulgación aparente de un pasado traumático; el sujeto intenta repetir lo que se le ha hecho en su infancia, pero no exactamente como fue, sino como quedó plasmado (de manera deformada obviamente), razón posiblemente por la cual el acto es compulsivo, en un intento de integrarlo a su consciencia (simbolizarlo).
Tal vez la acción de eyacular represente inconscientemente para el sujeto normal, lo que podemos ver en el ritual de Cross-Dressing en el cuál se esconde el secreto de la masculinidad del hombre, pero al final del ritual se masturba y eyacula, reafirmando su masculinidad y triunfando mentalmente sobre quienes lo han humillado o denigrado, mientras que para el perverso la eyaculación tendría una connotación de desvalorización.
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