Todos recurren a comportamientos de tipo adictivo cuando ciertos eventos en la vida interna o en el mundo circundante, crean una situación de dolor, ansiedad o angustia inusual que sobrepasa los mecanismos de defensa habituales para enfrentar el displacer: en tales circunstancias es factible que cualquiera llegue a «abusar» de ver televisión, comer, beber, fumar, usar fármacos, ingerir drogas o incluso pasar muchas horas en Facebook, entre muchas otras cosas más, todo con la única finalidad de olvidarse momentáneamente de la tensión psíquica; o bien se puede llegar incluso a utilizar relaciones sexuales transitorias (aventuras), que la mujer tiende regularmente a reflexionar pasado el evento y preguntarse: ¿por qué lo hice? Si ni siquiera era de mi total agrado.
Podríamos decir entonces que esta forma particular de solucionar un conflicto o un dolor psíquico, sólo se torna en un «síntoma» cuando aparece como la «sola y única» manera de enfrentar el dolor mental o el displacer.
Suele ser bastante común que cuando se le pregunta el sujeto alcohólico y toxicómano por qué motivo abusa de las sustancias, responda: “El problema con mi adicción realmente sucede cuando no estoy seguro si me encuentro deprimido, ansioso, angustiado, feliz, nostálgico, excitado sexualmente... y es en ese preciso momento es cuando empiezo a drogarme. En una palabra mi estado anímico lo siento siempre ambiguo y difuso. ¡Ni siquiera se lo que deseo!”.
En algunos otros casos se llega a abusar de la sustancia psicoactiva con la finalidad de disuadirse de la ansiedad o angustia, es como si se usará un paliativo para reemplazar el displacer que nos causa el conflicto psíquico, con eso se suplanta, escapa o aniquila una parte del mundo interno, es decir una experiencia afectiva, obviamente dolorosa.
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