El sujeto perverso otorga estos atributos especiales y muy significativos al fetiche: Es un objeto tomado en lo real; está sobreinvestido con la finalidad de disminuir la angustia de castración; debe ser manipulable, eventualmente objeto de colección (zapatos, ropa interior, etcétera); «permanentemente» disponible en el partenaire o víctima; es una prolongación del cuerpo del otro pero que el sujeto lo observa separado de ese otro; asegura la perennidad del sujeto y lo confirma en su capacidad para gozar; para Sigmund Freud el fetiche tiene como fin sustituir el pene faltante en la madre.
Las cualidades del fetiche son como si se tratara de un «libreto perverso», que constituye para Joyce McDougall, uno de los elementos más «reveladores del sujeto con estructura perversa, sobre todo el fetichista de pies».
Para ser activo, y en consecuencia posibilitar el Goce, el libreto debe estar ritualizado (y por ende desvitalizado, como lo está el fetiche), debe ser inmutable y jugarse, como su nombre lo indica, sobre una escena fantaseada inconscientemente. Esto significa que está especialmente destinado a ser un objeto espectacular para el sujeto, quien paradójicamente se mantiene al mismo tiempo, y de algún modo, perplejo a lo que sucede. La ritualización es impresionante porque debe ejecutarse el libreto al pie de la letra. Pero la escena transcurre fuera de él, como si él mismo fuera a la vez actor y espectador.
Al igual que el fetiche, el libreto está sobreinvestido y obedece a una lógica compulsiva. En cuanto a su valor simbólico, muchas cosas se han dicho relacionadas con la «escena primaria» (coito entre los padres observado, fantaseado o escuchado).
Una de las características del fetiche es que le brinda al sujeto la virilidad necesaria para llevar a cabo el acto sexual, sin el cual estaría disminuida su potencia o en último caso sería impotente ante su partenaire o víctima según sea el caso.
“Fetiche y libreto” se muestran así como configuraciones cabalmente idénticas, reveladoras de una patología elevada fácilmente a la condición de estructura perversa.
Hay que mencionar que la fetichización no es tan clara como muchos autores la señalan, se puede presentar en sujetos violadores o con extrema violencia, aunque no es la regla.
El libreto no se representa siempre de la manera a la vez trágica y ridicula en que lo muestran los medios de comunicación, siguiendo el modelo sadomasoquista. Esto existe sin duda, pero insistimos, no es la regla.
Para algunos sujetos fetichistas el libreto puede tener un carácter lúdico, término subrayado especialmente por McDougall para indicar el efecto de puesta en escena que consiste en jugar a la castración, para otros la escena primaria, pero eso si, el telón de fondo es para excluir la angustia de castración.
Eveline Kestemberg renovó indiscutiblemente el enfoque de este problema con su concepción de la relación fetichista con el objeto. Podríamos resumir su idea en que el fetiche es por momentos animado, por ser portador de la proyección de la integridad narcisista del sujeto; pero también en otros momentos desanimado a causa de que esta integridad le está reservada a una cosa. En la relación fetichista se trata de volver desanimada al partenaire o la víctima de violación —según el caso— para asegurar su perennidad, siendo una manera de protegerse contra la irrupción del objeto interno (fenómeno que conocemos bien a través de la violación y que encontraremos en relación con el asesinato).
El fetiche o la fetichización de un objeto es la proyección sobre una cosa, o sobre un objeto «cosificado», de la megalomanía del sujeto temeroso de perder el objeto primario (madre) y de verlo surgir entonces dentro de él, en estado de objeto interno. La fetichización tiene por función coagular la relación intersubjetiva con el objeto. El sujeto, para asegurar su perennidad, debe sustraerse de la riqueza de las imagos*, de la movilidad de los fantasmas, de la ligazón de las mociones psíquicas, del acceso a su sexualidad infantil.
* En psicoanálisis el «imago» representa de manera inconsciente una persona o un objeto a cargo del sujeto, pero sin relación con lo que es en realidad esta persona o este objeto. Verbigracia, un sujeto que tiene la «sensación» de haber sido abandonado por su madre durante su infancia en el momento del nacimiento de su hermano pequeño, vuelve a presentar esa «sensación» en la edad adulta cuando su esposa está a punto de tener a su hijo, por lo que éste marido se muestra agresivo hacia su mujer embarazada, desconociendo en absoluto el origen de esa agresividad.
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