“Toda verdad atraviesa tres fases: primero, es ridiculizada; segundo, recibe violenta oposición; tercero, es aceptada como «algo evidente»”. Arthur Schopenhauer.
Para el lego, pero sobre todo para el obcecado, las ideas propuestas por el psicoanálisis siempre resultan ser descabelladas en el mejor de los casos; pero seguramente les parecerán estúpidas por estar fuera de la lógica o del sentido común. Hasta cierto punto es comprensible esa segunda opinión por el desconocimiento que tienen al respeto, bien dice la frase: ¡Quien no sabe, es como quien no ve!
Ahora bien, los psicoanalistas dedican décadas de su vida a la investigación para plantear sus ideas en un libro. Obviamente las teorías pueden tener una parte de verdad y otra de falsedad, pero eso no únicamente sucede en el psicoanálisis sino también en todas las ciencias que engloban el conocimiento humano. Para citar algunos ejemplos podemos mencionar a los «científicos» que investigan sobre la física cuántica, que ni siquiera alcanzan a ponerse de acuerdo si la “realidad” pertenece al estudio de la física, o bien debe ser investigada por otra ciencia. Algunos incluso afirman que la “realidad” no es física, que no existe, que es una consecuencia del pensamiento humano, que se encuentra «dentro» y no «fuera» de cada uno de nosotros. Incluso el científico Seth Lloyd del Instituto Tecnológico de Massachusetts propone que la realidad se trata únicamente de «información».
Tenemos por otro lado la “Teoría del Caos” que pertenecen a una rama de las matemáticas que estudia lo complicado, lo impredecible, lo que no es lineal. Para los ignorantes en matemáticas, el nombre "Teoría del Caos" puede inducir —señala esta ciencia— a error por dos motivos: “No necesariamente es una teoría sino que puede entenderse como un gran campo de investigación abierto, que abarca diferentes líneas de pensamiento” (que esto postule las matemáticas resulta realmente paradójico), pero prosigamos con lo que dicen los matemáticos. La palabra «caos» está entendida para ellos, no como ausencia de orden, sino como cierto tipo de orden de características impredecibles, pero descriptibles en forma concreta y precisa. Es decir, un tipo de orden de movimiento impredecible. La idea de la que parte la Teoría del Caos es: en determinados sistemas naturales, pequeños cambios en las condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados. Este principio suele llamarse «efecto mariposa» debido a que, en meteorología, la naturaleza no lineal de la atmósfera ha hecho afirmar que es posible que el aleteo de una mariposa en determinado lugar y momento, pueda ser la causa de un terrible huracán varios meses más tarde en la otra punta del globo...
Después de lo planteado podemos afirmar que todo el conocimiento humano, en cualquiera de sus ramas es simplemente relativo, no existe una verdad concreta, lo que ahora se da por cierto, mañana puede ser una falacia. ¿Por qué razón entonces se les exige al psicoanálisis que exprese una idea con una verdad absoluta? Podemos únicamente señalar que en todas las ciencias, en todas las ideas, siempre existirán opiniones descabelladas, posturas divergentes y que el autor defenderá su punto de vista con el mejor argumento a su alcance, aunque esto jamás logre una verdad absoluta, ni para él ni para nadie.
Generalmente los sujetos cuando conocen una teoría sobre física, medicina, astronomía, etcétera la dan por cierta, sin indagar mucho al respecto. Pero cuando una idea es plantada desde el psicoanálisis, inmediatamente se resisten a creer en ella, aun sin contar con el conocimiento sobre la materia ¿a qué se debe esto? Hay que observar muy profundamente el inconsciente para conocer la respuesta a esta pregunta (esta observación la realizan los psicoanalistas).
La resistencia que presentan los sujetos cuando leen o se les expone una idea proveniente del psicoanálisis, es debido a los mecanismos de defensa inconscientes que utilizan para rechazarla (represión, desplazamiento, negación, proyección...), ya que estas ideas tienen que ver directamente con su ser más íntimo, eso sin lugar a dudas resulta ser desagradable o incluso repugnante, porque al menos una parte —por minúscula que sea— el sujeto se esta identificando inconsciente con dicha idea. Es del conocimiento de muchos que han acudido a psicoanalizarse, que no resulta nada grato hablar de ellos mismos, incluso en momentos resulta verdaderamente detestable hablar de sus recuerdos más íntimos (traumas) y que al confiarlo al psicoanalista lo coloca inmediatamente en una posición masoquista — que resulta ser también desagradable y vergonzosa— aunado a una invasión súbita de ansiedad y angustia cuando cuentan su historia personal. En este orden de ideas, no resulta entonces nada extraño que el sujeto reaccione utilizando sus mecanismos de defensa, o que peor aun, responda de manera agresiva cuando se exponen las ideas sobre las que versa el psicoanálisis.
Para nadie es placentero conocer que durante su infancia deseó sexualmente a su madre, que anheló fervientemente la muerte de su padre, que tuvo deseos eróticos homosexuales, que tuvo fantasías de ser penetrado analmente, que su masoquismo proviene de haber sido maltrato violentamente de niño, que las palabras vulgares aumentan su deseo sexual, que los desórdenes de identidad de género son responsabilidad de su madre en primer plano y posteriormente de su padre, que su impotencia es debida a que sigue deseando sexualmente a su madre, que su vaginismo o frigidez esconde una homosexualidad latente, y podríamos continuar con estas ideas por largo tiempo...
Lo paradójico de todo esto, resulta que psicólogos, psiquiatras, estudiantes de psicología y alguno que otro psicoanalista, no estén predispuestos ante las infinitas posibilidades del conocimiento que entraña la psique humana. «Su postura debería ser, sorprenderse de las viejas ideas, y no de las nuevas que se plantean, de las primeras debería desconfiar, y de las segundas estar abiertos al diálogo, al análisis y a su comprensión». Si esto fuera posible, tal vez estaríamos un siglo adelantados en las ideas que concierne a la «psicología profunda».
Para quien se dedique al psicoanálisis y dude ciegamente de las nuevas ideas que se van formulando, tal vez este a tiempo de cambiar de profesión y no seguir perdiendo su tiempo, pero sobre todo —y lo más importante— seguir dañando más a sus pacientes con ideas arcaicas y otras veces obsoletas.
Descubrir lo que esconde el inconsciente es verdaderamente atemorizante pero sobre todo despreciable, no esperemos encontrar nada agradable porque sería tan ingenuo como realizar una necropsia y tener la ingenua esperanza de no respirar olores pestilentes y nauseabundos.
“Es una verdad innegable que ni siquiera la ciencia forense (necropsia) resulta ser tan repugnante como el psicoanálisis”.
Bien lo dijo Friedrich Wilhelm Nietzsche, refiriéndose seguramente a los obcecados (muchos de ellos dedicados al área de la salud mental):
"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser".
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