Para el psicoanálisis el «falo» no es el pene sino la «premisa universal del pene», es decir, el empecinamiento del niño en no reconocer la diferencia, y su empeño por afirmar que existe un solo sexo y de que todos los seres poseen un pene.
Y es justamente porque el niño se ubica como falo que completa a la madre, que, al percibir en sus primeras indagaciones la falta de pene en la niña, reacciona desconociendo esa falta: en un primer momento cree ver un miembro donde no lo hay (renegación); luego sostiene que aún es pequeño, que ya crecerá y por último que existía pero que alguien la castigó cortándoselo.
Es así como el niño, al poner en relación la percepción de la falta con la amenaza de la pérdida del genital, queda confrontado a la «angustia de castración» misma que perdurará toda la vida y regulará su deseo.
A modo de anécdota, es interesante hacer resaltar el hecho de que en un principio el niño no generaliza esta observación empírica a todas las mujeres sino que para él sólo las mujeres despreciables y culpables por tener las mismas mociones pulsionales que él perdieron su genital, en cambio las mujeres respetables, como su madre, lo siguen conservando, he ahí la madre fálica.
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