Sigmund Freud postula que la posesión de un clítoris, que le adjudica una filiación «masculina», predeterminaría la organización de una fantasmática fálica que gobernaría el vínculo de la niña con su madre en tanto mujer ¿qué significa esto? Que toda niña desde que nace es un niño sin saberlo, o mejor dicho sin comprenderlo; esta es la tesis de la «masculinidad primaria» hasta que posteriormente descubre la diferencia de sexos (Complejo de Edipo) momento a partir del cual —ahora ya con la certeza de no ser varón— deseará serlo por el resto de su infancia o de su vida. Este núcleo de «masculinidad primaria» será el cimiento en la mujer.
Con el avance del psicoanálisis y la medicina surge la idea de una «feminidad primaria», tema polémico que estriba en las posibilidades que deja abiertas para la comprensión psíquica de la mujer. Pero, ¿qué entender por feminidad o masculinidad primaria? ¿O debemos pensar que tanto la feminidad como la masculinidad aluden a una subjetividad que será la encargada de investir al cuerpo, de marcar tanto su anatomía, sus funciones, así como al deseo sexual, con las múltiples significaciones y fantasmas que modelan sus siluetas y comportamientos diferenciales?
Ahora bien, el fenómeno del «transexualismo» viene en ayuda para indicarnos una dirección. Considerado durante mucho tiempo un «trastorno extremo de la sexualidad», a partir de los trabajos de Robert J. Stoller se reubica su comprensión, iniciándose el capítulo altamente promisorio de los trastornos del género. Las investigaciones sobre estos raros casos demuestran la estructuración de un «núcleo de identidad femenina inicial», es decir, un sentimiento, idea y sensación de ser mujer, anterior a la marcación anatómica del cuerpo, o sea, al reconocimiento por parte del infante sea niño o niña, de una diferencia anatómica genital entre el hombre y la mujer. Esta feminidad es cimentada en el seno de una peculiarísima relación con una madre que feminiza casi sin erotizar, que tiene el extraordinario poder inconsciente de rechazar la anatomía que ulteriormente el niño descubrirá. Identidad femenina sostenida sólo por la convicción del niño (identificación inconsciente del infante con su madre, además ella siente a su hijo como una extensión de su Yo) y el deseo de la madre, y que se opone con tanto rigor al empuje del cuerpo, a la anatomía, a las hormonas, al deseo sexual que emanaría «naturalmente» de este suelo biológico, que el niño y luego el joven no dudarán en buscar todos los medios posibles para la transformación total de éste, su cuerpo de hombre que cuestiona el deseo de ser mujer.
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