Durante el Complejo de Edipo el niño (varón) fantasea entre el deseo de penetrar a su madre o ser penetrado por su padre, pero no duda en ningún momento de su identidad de género, o sea que es un varón; por lo tanto en su vida adulta se inclinará por ser penetrado por otro hombre, o bien penetrar a una mujer, dependiendo de su «deseo».
La idea freudiana de la bisexualidad siempre descansó sobre una «bipolaridad del deseo, no del género». El niño freudiano «perverso polimorfo y bisexual nunca fue concebido sobre el modelo del transexual», el niño varón puede desear jugar al doctor, al fútbol, etcétera indistintamente con una niña o un niño, pero no duda, ni le es indistinto ser un varón o una nena.
Verbigracia podemos observar a un niño varón de tres o cuatro años de edad que se percata que su hermano adolescente esta lavando los trastes; ante tal espectáculo exclama: «¡Mi hermano es un marica!» La madre se ríe, el hermano no escucha bien y le pregunta a la madre qué dijo el niño; ella aclara: «Tu hermano dice que las personas que lavan trastes son mujeres». El hermano le contesta al niño: «Tienes razón», y sigue en su quehacer.
La edad del niño nos muestra cuán tempranamente se hallan establecidos en forma diferencial los roles del género.
Ahora bien, ¿qué significa para este niño ser «marica»? ¿Podemos pensar que designa a la homosexualidad en tanto peculiaridad del deseo o simplemente a los hombres que siendo tales —es decir, establecido su género— desempeñan tareas o acciones de mujeres, y que, por tanto, no son suficientemente masculinos?
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