Generalmente estamos acostumbrados a diferenciar a los sujetos por sus órganos genitales externos, ellos indican si es hombre o mujer, pero por medio del psicoanálisis hemos comprobado que esto no resulta ser esencial para producir esa sensación y sentimiento de pertenencia a un género determinado.
Este énfasis, tan marcado a favor del poderío de la creencia del otro humano en la determinación del núcleo de identidad de género, no es un producto de mera especulación planteada por Robert Jesse Stoller, sino de precisas y concienzudas observaciones de un buen número de casos, para ser precisos de ochenta y tres hermafroditas, transvestistas y homosexuales, que al decir de este autor constituyen una suerte de «experimentos naturales» que hacen vacilar nuestras ideas sobre la masculinidad y feminidad en sus mismos cimientos.
Primero.- Transexuales hombres desarrollan el convencimiento de ser mujeres a pesar de su anatomía masculina, convicción que los impulsa a buscar los medios quirúrgicos necesarios para corregir lo que consideran un «error de la naturaleza», «sentirse atrapados en el cuerpo de un hombre».
Segundo.- Intersexuales cuya identidad de género es definida, no hermafrodita: adolescentes a quienes se les descubre sobre el plano cromosómico un XO, con un desarrollo anátomo-fisiológico neutro y sin embargo poseen un profundo e inconmovible sentimiento de ser mujer, pues así fueron criados desde su nacimiento. Tercero.- Identidad hermafrodita en hermafroditas: cuando son enfrentados con la posibilidad de asunción de un sólo sexo, resultan exitosos sólo aquellos casos cuya identidad de género no ha sido aún establecida, pues una vez estructurada parece casi imposible de modificar.
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