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"Si llega inadvertidamente a oídos de quienes no están capacitados ni destinados a recibirla, toda nuestra sabiduría ha de sonar a necedad y en ocasiones, a crimen, y así debe ser". Friedrich Wilhelm Nietzsche.

lunes, 30 de enero de 2017

La adicción y la relación temprana madre-hijo.

El origen de la adicción en respuesta a la solución inmediata del mundo interno y externo, como un estado de absoluta dependencia se localiza en el vínculo temprano madre-hijo (recién nacido).
La motilidad, estallidos emocionales, inteligencia, sensualidad y zonas erógenas del infante sólo se desarrollan y adquieren significado de acuerdo a la cantidad de estimulación o inhibición que la madre otorga a su vástago desde que nace hasta sus primeros años de vida.
En este inicial vínculo cada uno es objeto de gratificación para el otro. Al mismo tiempo, las bases fundamentales de la identidad de género sexual y la subjetividad, se están comenzando a articular en su estructura psíquica.
De este modo la relación temprana madre-hijo puede ser decisiva con respecto a determinados patrones de funcionamiento psíquico: “Una madre «suficientemente buena» en el sentido winnicottiano del término, normalmente tiende a fusionarse con su bebé en lo que Donald Woods Winnicott llama «la preocupación materna temprana» pero también señala que, en el caso de que esta unión fusional se continúe más allá del período normal de las primeras semanas de vida, se crea para el infante una situación patológica y persecutoria”.
Una madre por lo tanto es potencialmente capaz, debido a sus propias ansiedades, miedos y deseos inconscientes de instalar, a través de sus cuidados, lo que se puede conceptualizar como una «relación adictiva a su presencia» por las funciones maternales correspondientes.
Frente a tal eventualidad existe el potencial riesgo de que el niño pequeño fracase en establecer en su mundo interno, la representación de la instancia del cuidado maternal (y mas tarde paternal) con funciones que incluyen la capacidad para contener y poder manejarse con estados afectivos de dolor psíquico, o displacer, o de sobreexcitación.
El niño se ve entonces privado de la posibilidad de identificarse con dichas representaciones internas que le permitan autocalmarse en momentos de tensión interna o externa.
Este mismo lazo compulsivo entre madre-infante, quizás pueda también afectar la fase madurativa del desarrollo del fenómeno transicional (es decir actividades y objetos transicionales) según la conceptualización de Winnicott.
Habrá entonces, de parte del vástago una tendencia al miedo al desarrollar sus propios recursos psíquicos, y a instalar modos psicológicos particulares de enfrentarse con la excitación o el dolor.
El desarrollo de la “capacidad para estar sólo en presencia de la madre” (Winnicott) puede ser puesto en peligro, es así que la presencia de la madre es constantemente requerida para enfrentar cualquier experiencia afectiva, tanto aquella que surja desde el medio psíquico interno, como desde las circunstancias externas.
Ahora bien, hay que subrayar la importante influencia paterna sobre la estructuración temprana de la psiquis del niño.
«Primeramente se debe tener en cuenta el rol que el padre juega en la vida emocional de la madre. Probablemente la mejor garantía que tenga el hijo para desarrollar su propia capacidad para cuidarse, la logre a través de una pareja parental que se ame y desee mutuamente de manera que el hijo no se transforme en una extensión narcisística de la madre ni en un reemplazo libidinal del padre».
Del mismo modo la contribución paterna al discurso familiar sobre sexualidad, relaciones amorosas y vínculos sociales en general va a quedar sellada en la mente en desarrollo del niño desde su nacimiento.
Más tarde, en el curso de la vida, el intento de solución ante la falta de introyección de las funciones materna y paterna, se buscará inevitablemente en el mundo externo, al igual que en la temprana infancia. Es así como las drogas, la comida, el alcohol, el tabaco, los fármacos, etcétera pasan a ser investidos como objetos que intentan cubrir una función maternal que el individuo no puede asegurar a su propio Self. A menudo se agrega a esto una relación de tipo provocativo con una fuerza externa dotada de significado paterno, esto es la Ley Paterna tal como la plantea el psicoanálisis.
La elección del objeto de la adicción es rara vez obra de la casualidad. Cada objeto tiende a corresponder no sólo a una fase del desarrollo en la cual hubo un fracaso del proceso introyectivo en la infancia, sino que también tiene un significado en términos del “estado ideal” que el sujeto aspira a lograr: completitud, licuefacción, exaltación, eliminación del sentimiento de muerte interna, etcétera. Se espera inconscientemente que el «objeto de la adicción» reemplace, o repare, o mantenga la sensación del objeto faltante o dañado en el mundo interno del sujeto

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